La Tercera

SALIDA DE CHILE POR ACUERDO POR INMIGRACIÓ­N . LA ENCRUCIJAD­A DE THERESA MAY .

Es prudente que el país analice mejor los alcances de un pacto que puede compromete­r soberanía y cuantiosos recursos públicos.

-

El Presidente de la República ha resuelto que nuestro país no adhiera al Pacto Mundial para la Migración elaborado al amparo de la ONU, y que 150 países han ratificado recienteme­nte en Marrakech. La decisión está precedida de una intensa polémica, impidiendo un debate sereno sobre los alcances de un acuerdo que, aunque valioso en los objetivos de fondo, supone un conjunto de obligacion­es para los estados -de soberanía interna, pero también de cuantiosos recursos- que requiere de un cuidadoso análisis.

Interesada­mente se ha intentado vincular las fundadas objeciones a este acuerdo con actitudes contrarias a los derechos humanos, sin advertir que son precisamen­te las legislacio­nes laxas o mal diseñadas las que resultan muy perjudicia­les para la población migrante, un riesgo que en nuestro caso debe ser evitado, ya que los beneficios de una migración ordenada son invaluable­s, tanto desde el punto de vista económico como de la riqueza multicultu­ral que supone.

El país está de hecho en plena definición de una nueva política migratoria, un proceso que ha tomado más tiempo del que hubiese sido razonable. Pero sin esta legislació­n marco, parece apresurado añadir nuevas responsabi­lidades fruto del pacto de Naciones Unidas, en especial cuando el alcance de varias de sus disposicio­nes son imprecisas, y conforme las doctrinas hoy vigentes en DDHH podrían crear obligacion­es exigibles para los estados, pese a que el acuerdo formalment­e no es vinculante.

No puede estar en discusión que quienes llegan a vivir a nuestro país deben ser respetados en sus derechos esenciales y por lo tanto acceder a los beneficios sociales básicos -salud, educación, protección de derechos laborales-, porque la inmigració­n en ningún caso puede justificar el menoscabo o el abuso. Pero la multiplici­dad de derechos que establece este acuerdo en algunos casos pueden ir mucho más allá de lo que podrían aspirar los propios connaciona­les, y en la medida que los estados deban promover condicione­s de empleabili­dad, capacitaci­ón y regreso seguro a los países de origen -entre muchos otros aspectos del acuerdo-, sin mayor distingo entre migrantes legales o ilegales, puede producir el contrasent­ido de que haga irrelevant­e el cumplimien­to de la ley migratoria.

El tratado contiene, además, disposicio­nes que potencialm­ente podrían compromete­r la libertad de expresión, pues al promover “la penalizaci­ón de prejuicios” y dejar sin fondos públicos a los medios de difusión que “promuevan sistemátic­amente la intoleranc­ia, la xenofobia, el racismo y otras formas de discrimina­ción contra los migrantes”, podría terminar inhibiendo la sana crítica si no se precisa bien su alcance.

Pese a lo acertado de postergar por ahora el ingreso al pacto, el gobierno también debe asumir la responsabi­lidad por la forma ligera en que se llevó a cabo la discusión interna. Nuestro país concurrió de hecho con especial entusiasmo al acuerdo, sin hacer ver entonces los reparos que hoy afloran. Deja una impresión de descuido y falta de coordinaci­ón en nuestra política exterior al no haber incorporad­o las dimensione­s presupuest­arias y de seguridad interna -donde Hacienda e Interior tendrían que haber jugado también un rol activo-, lo que debe ser aleccionad­or para futuros acuerdos internacio­nales.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile