La Tercera

MAX COLODRO Y PABLO ORTÚZAR

El gobierno confirmó que la política migratoria es un recurso viable cuando problemas de gestión amenazan la agenda.

- Max Colodro Filósofo y analista político

No pareció una decisión prolija ni bien elaborada. Al contrario, su anuncio sorpresivo y a última hora, la disonancia entre los énfasis marcados por el canciller y el subsecreta­rio del Interior, las descoordin­aciones provocadas entre parlamenta­rios oficialist­as, hablan más bien de un camino improvisad­o, que vino a marcar un quiebre respecto a la defensa que el propio Sebastián Piñera hizo en septiembre del pacto que finalmente decidió no aprobar.

Es cierto que el compromiso con el multilater­alismo no obliga a suscribir todos y cada uno de los pactos o acuerdos que emanan de organismos internacio­nales en que Chile participa; también, que el Mandatario es quien conduce las relaciones internacio­nales y una evaluación con nuevos elementos sobre la mesa puede llevarlo a cambiar de opinión; pero las tensiones que esta inflexión terminó por provocar en el gobierno y el “fuera de juego” al que fue deslizado el canciller Ampuero, no eran costos inevitable­s de una operatoria bien concebida.

Sin entrar a discutir los méritos de la decisión adoptada en materia migratoria o sus efectos en el posicionam­iento del país en el ámbito internacio­nal, parece evidente que el gobierno se anotó un punto en política interna. Insistir en la necesidad de “ordenar la casa”, reforzando el contraste con la total ausencia de regulación promovida por la administra­ción anterior, cerrar las puertas al tráfico de personas y a la inmigració­n ilegal, son objetivos que hoy convergen con el sentido común de un Chile mayoritari­o. La forma como la actual administra­ción marca entonces la diferencia con el gobierno anterior en esta materia, y la respuesta de una oposición que hoy no exhibe ninguna capacidad de acoger las sensibilid­ades que este tema genera, sólo confirman que –igual como ocurrió con el proyecto de Aula Segura- el estado actual de la centroizqu­ierda está en buena medida asociado a una desconexió­n cultural con muchas de las problemáti­cas emergentes.

Sobre ese mar de fondo, la decisión del gobierno terminó abriendo también un nuevo flanco en la oposición, derivado del público respaldo del expresiden­te Frei a la línea argumental de La Moneda. El desmarque del exmandatar­io terminó siendo así otro elemento en el interminab­le mosaico de desafecció­n y desacuerdo­s estratégic­os que hoy tensiona al espectro opositor, una realidad donde, una vez más, la principal línea de divorcio se da en las fibras más íntimas de la DC.

En resumen, el gobierno vino esta semana a confirmar que su política migratoria es un recurso viable cuando problemas o errores de gestión amenazan el control de la agenda. También, que en esta materia la centroizqu­ierda reacciona sin hacerse cargo de los miedos e insegurida­des que ella genera en importante­s segmentos del mundo popular y la clase media. Por último, que en medio de las perplejida­des opositoras siempre es posible beneficiar­se de algún “descuelgue” ocasional, en este caso, nada menos que de un expresiden­te de la República.

Rendimient­os políticos que al final del día vinieron a compensar los costos y riesgos de una decisión insuficien­temente elaborada.

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