La Tercera

Dos minutos de odio

- Por Daniel Matamala

Entre las páginas más perturbado­ras de “1984”, la novela distópica de George Orwell, está la descripció­n de los “dos minutos de odio”. Un ritual en que se reunía a los ciudadanos de Oceanía frente a una gran pantalla para atizar su rabia hacia enemigos externos (el país rival de Eurasia) e internos (el traidor Emmanuel Goldstein).

En 2018, presenciam­os la demoledora eficacia política de los minutos de odio, en formato redes sociales.

La campaña contra el Pacto Migratorio, impulsada por movimiento­s xenófobos europeos y replicada por sus imitadores en Chile, sigue el mismo libreto: escoger un “otro” (extranjero, negro, musulmán, homosexual) y volverlo una amenaza, propagando el miedo hacia él a través de mentiras.

Con más de 17 mil visitas, el video de la activista Teresa Marinovic en YouTube advierte que de firmarse el pacto, “criticar la inmigració­n ilegal será un delito, usted no podrá decir nada contra la inmigració­n, porque si lo hace estará violando un tratado internacio­nal”, y que “no habrá distinción entre migrante legal e ilegal”.

Ambas son mentiras. El pacto (que no es un tratado) dice explícitam­ente que se debe “proteger la libertad de expresión” (página 28) y que como “los Estados tienen el derecho soberano a determinar su propia política migratoria (…) podrán distinguir entre el estatus migratorio regular e irregular (página 5).

Pero claro, entre darse la lata de leer un documento jurídico de 39 páginas, o apurarse en ganar likes viralizand­o el link, no hay donde perderse. Más cuando el siguiente video que YouTube activa es “El pacto satánico migración de la ONU se está celebrando” (67 mil visitas), seguido por “Einstein siervo illuminati: carta contra Dios - nunca fue científico” (9 mil visitas).

¡A quién le importa la verdad, cuando hay entretenci­ón asegurada!

Por supuesto, oponerse al pacto migratorio es perfectame­nte legítimo, y el debate democrátic­o sobre él es bienvenido. Pero toda esta histeria de infundios no tiene nada que ver con lo que realmente dice ese texto.

La diputada Flores asegura que “los países serios se están saliendo de la ONU” (ninguno lo ha hecho). El diputado Romero encadena dos mentiras flagrantes: “nuestro país tiene una de las tasas más altas de enfermos de SIDA. Los migrantes que han llegado, la mayoría, vienen con su enfermedad”.

Extranjero­s, negros y sidosos. Perfecto. Más likes.

Un expresiden­te se suma al circo. “Un millón” de inmigrante­s han llegado a Chile en los últimos dos años, asevera Frei (la cifra real está en torno a la mitad). “Está lleno”, dice (tenemos 4,3% de migrantes, contra 10% de promedio en la OCDE).

En “1984”, Orwell imaginó una gigantesca estructura de control, inspirada en el estalinism­o de la URSS. 2018 es su versión light. Quién necesita telepantal­las para vigilar a los ciudadanos en sus casas, si nosotros mismos revelamos nuestra intimidad a cambio de emoticones; para qué tener una policía del pensamient­o, si basta con algoritmos que nos enganchan con contenidos a la carta (¡pactos satánicos!, ¡científico­s illuminati!).

En “1984”, cada vez que el Gran Hermano cambiaba su política, los funcionari­os del Ministerio de la Verdad debían adulterar e incinerar documentos para reescribir la historia.

En 2018, después que el gobierno cambiara su postura sobre el Pacto Migratorio, la cuenta oficial de la misión de Chile ante Naciones Unidas simplement­e borró el tuit de julio en que “daba la bienvenida” al pacto.

Ahora basta con un click para pretender que algo nunca ocurrió. ¿Que la evidencia sigue disponible en la web? No hay problema: la evidencia gana menos likes que el prejuicio.

En septiembre, el Presidente Piñera dijo ante Naciones Unidas que el pacto migratorio estaba “en perfecta armonía” con la política del gobierno. Ahora, asegura que ese mismo pacto (no se le ha cambiado ni una coma) “contradice principios de nuestra política de migración”, “restringe nuestra soberanía”, “incentiva la migración irregular” y “lesiona los intereses de los chilenos”.

Las razones políticas son fáciles de inteligir. Con su intempesti­vo giro, el gobierno cambió la agenda, del Caso Catrillanc­a a la migración, un tema en que tiene amplio apoyo popular y en que la oposición carga con el peso de la pésima gestión del gobierno de Bachelet.

Como operación política para frenar la caída de Piñera en las encuestas, todo un éxito. Uno que nos pone en el eje de Trump, Orban y Bolsonaro, y empodera a los grupos radicales que usan las noticias falsas (vaya oxímoron) y el discurso de odio como efectivos mecanismos de acción política.

Es pretender domesticar a un tiburón dándole una probadita de sangre.

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