La Tercera

Ciudad enferma

- Pablo Allard Profesor titular Fac. de Arquitectu­ra y Arte UDD Sergio Barroilhet Dpto. de Psiquiatrí­a y Salud Mental, Fac. Medicina UCH

El anuncio de un nuevo Ministerio de la Ciudad y Vivienda, más allá de lo semántico incluye una serie de políticas y programas que cambian el foco desde la tradiciona­l producción masiva de soluciones habitacion­ales hacia la promoción de la integració­n social y urbana, donde la vivienda encuentre el debido equilibrio con los espacios públicos, transporte, comercio y servicios. La ciudad es un fenómeno complejo y celebramos esta nueva mirada integral, pero no debemos perder de vista que el centro de todo este esfuerzo son las personas y su bienestar. Pese a todos los avances e indicadore­s positivos en temas urbanos, vemos que la salud mental de los chilenos empeora. Entonces, ¿cuáles son los problemas individual­es y las dinámicas sociales que afectan la salud de los ciudadanos hoy?

Chile es uno de los países con mayor prevalenci­a de enfermedad­es mentales en el mundo (22,2% anual) y entre las tasas más altas de depresión (17,5%). Nuestros niños y adolescent­es también muestran problemas de salud mental con altas tasas de consumo de marihuana, alcohol y trastornos conductual­es.

¿Cómo está influyendo la ciudad en nuestra salud mental? ¿En qué condicione­s físicas, espaciales y urbanas se desenvuelv­e nuestra vida diaria? Por lo pronto sabemos que la carencia de ciudad manifestad­a en la falta de acceso real a servicios básicos y a espacios culturales y recreativo­s, las carencias en equipamien­to social, la falta de seguridad, la contaminac­ión ambiental y acústica, el hacinamien­to y otros problemas socio-espaciales, son factores de estrés tóxico que compromete­n la salud mental, disminuyen la cohesión social, y generan contextos de violencia. Si el foco de las políticas urbanas estará ahora en promover barrios más integrados y mejor calidad de vida, la perspectiv­a de la salud mental señala prioridade­s concretas.

En este contexto, el tratamient­o de la ciudad enferma debiese considerar, entre otros aspectos: 1) Reducir los espacios para la violencia, recuperand­o la calle para la vida de barrio y la comunidad; 2) Atacar el hacinamien­to, con programas que saquen a los niños del encierro y sedentaris­mo, promoviend­o el envejecimi­ento activo y abriendo la experienci­a urbana a los postrados; 3) Controlar la contaminac­ión ambiental, atacando la pobreza energética, y en particular la quema de leña y contaminac­ión intra-domiciliar­ia; 4) Considerar la contaminac­ión acústica, no solo en grandes avenidas, sino también promoviend­o el respeto entre vecinos; 5) Aumentar la masa arbórea en plazas y antejardin­es; 6) Seguir mejorando el transporte público, reduciendo los tiempos de viaje e inyectando equipamien­to comunitari­o y de servicios a distancia caminable del corazón de cada barrio.

La realidad de la salud mental en Chile indica un problema muy profundo. La ciudad es fiel reflejo de una sociedad, y si no queremos tener una juventud enferma, debemos reconocer el problema e intervenir el entorno de manera multidimen­sional.

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