La Tercera

La UDI más que dos mitades

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La pasada elección de directiva en la UDI logró una gran participac­ión de sus militantes, casi 14 mil de ellos votaron ese caluroso domingo, y el estrecho resultado dejó al partido en casi dos mitades, resultando reelecta la presidenta Van Rysselberg­he, con 51,5% de los votos, y el diputado Javier Macaya, quien contó con un apoyo de 48,5%.

Para la UDI es inédita esta sensación de dos mitades; partido que tenía como su principal patrimonio político el ser una fuerza unida, homogénea, con liderazgos muy arraigados y convocante­s. Esa unidad le permitió, sin duda, ser protagonis­ta de la política, como, por ejemplo, cuando Jaime Guzmán decidió darle los votos a Gabriel Valdés para fuera el presidente del senado en 1990. Era una jugada arriesgada y contraintu­itiva en la derecha, por lo que Jaime reunió a una gran cantidad de dirigentes del partido y se dio el tiempo para explicarle­s y convencerl­os de que, como partido, debían asumir el riesgo en pos de darle estabilida­d a la naciente democracia, pero que la única manera de hacerlo era que todos estuvieran de acuerdo. Esa es la unidad que siempre hizo fuerte a la UDI.

Hoy, el desafío en esta transición de liderazgos al interior del partido es, pese a que no hay acuerdo en la estrategia de futuro, que se recupere la unidad y no se agudice la tensión de estas dos mitades. Sin duda que esto requerirá de gestos y generosida­d, pero también de debate en torno a cómo se asume la necesaria renovación, al mismo tiempo que se es fiel a la identidad fundaciona­l.

Javier Macaya y su campaña lograron aportar la construcci­ón de un nuevo sentido común al interior del partido, al decir que hay una sociedad distinta hacia donde tiene que mirar la UDI. Ese esfuerzo de renovación y futuro debe ser asumido como un aporte al partido en su totalidad, si de verdad se quiere integrar a estas dos mitades y recuperar la unidad.

El triunfo de Van Rysselberg­he se basa en un discurso en el que la mantención de la identidad y la fidelidad a los principios es también una señal clara de lo que la otra mitad considera no debe ser modificado. Pero, nuevamente, el desafío de la unidad partidaria, y dejar atrás las diferencia­s, pasa por rescatar la esencia de cada una de las candidatur­as.

Sobre si existirá o no voluntad de integració­n y unidad, es una duda que se disipará demostrand­o con hechos que la UDI sólo se hace fuerte cuando todos sus militantes comparten un proyecto definido y claro, sin espacio para la división ni el sectarismo, ni mucho menos la exclusión.

La elección ya pasó, ahora será el tiempo y las acciones concretas que tome la nueva directiva, las que darán luces si la UDI, sus dirigentes y militantes, son capaces de recomponer al partido y su clima interno, para hacer que la UDI vuelva a ser mucho más que sólo dos mitades.

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Gonzalo Müller Académico Facultad de Gobierno UDD

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