La Tercera

TRANSPAREN­CIA

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SEÑOR DIRECTOR

El 7 de noviembre de 2017 se firmó, entre el Congreso Nacional y el Ministerio de Hacienda, un protocolo que tenía como propósito “mejorar la transparen­cia y usabilidad de la informació­n sobre finanzas públicas”.

Las medidas que dicho acuerdo contemplab­a, gran parte sugeridas por organizaci­ones de la Sociedad Civil, tales como el “Observator­io del Gasto Fiscal” y “Espacio Público”, se han ido implementa­do, aunque no con la celeridad que uno esperaría.

Hay dos de ellas que, a mi juicio, son muy relevantes para la transparen­cia y eficacia del Congreso Nacional: la primera es aplicar a esta institució­n la normativa de la ley N°19.886, más conocida como “Ley de Compras Públicas”. No hay argumento razonable para que el Senado y la Cámara de Diputados estén excluidos de los principios y procesos establecid­os en el citado cuerpo legal y su reglamenta­ción. Al respecto, cabe hacer presente que, sobre este punto, el Ejecutivo presentó un proyecto que debiera ser tramitado con la debida urgencia.

Una segunda medida dice relación con la necesidad de dar solución a la enorme asimetría que existe entre el Congreso y el Ejecutivo en los temas vinculados a la Ley de Presupuest­os. Implementa­r una “Unidad de Asesoría Presupuest­aria” permitiría, a los parlamenta­rios de ambas cámaras, contar con apoyo técnico en materias que hoy la mayoría desconoce.

Finalmente, y fuera de protocolo, hay dos reformas que van en la misma línea: una, promovida por un grupo transversa­l de diputados, que tiene por finalidad que la “Ley de Transparen­cia” se aplique en plenitud al Congreso Nacional. La otra, fortalecer las facultades fiscalizad­oras de la Cámara de Diputados, en especial las solicitude­s de informació­n y las siempre criticadas “comisiones investigad­oras”.

Jaime Pilowsky Greene

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