La Tercera

“La implementa­ción de la gratuidad ha estado tapizada de torpezas”

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El actual gobierno heredó la gratuidad universita­ria impulsada por Bachelet. ¿Cómo ha visto su implementa­ción?

La implementa­ción ha estado tapizada de torpezas inexplicab­les: atrasos increíbles en las transferen­cias que el gobierno debe hacer, informacio­nes tardías, etcétera. Es increíble e inaceptabl­e que el gobierno no efectúe las transferen­cias por gratuidad en tiempo y forma y que aún no informe los aranceles del próximo año. Todo eso no es mal diseño, es simple torpeza.

¿Ve al gobierno comprometi­do con sostener la gratuidad en el tiempo?

Me parece que sí; aunque creo que la ministra está, afortunada­mente, persuadida, al mismo tiempo, que el problema que hay que afrontar es cómo compatibil­izar la gratuidad con los desafíos estratégic­os y de largo plazo del sistema de educación superior. Este es el verdadero asunto. Suele olvidarse, pero el sistema de educación superior chileno (especialme­nte universita­rio) es de los mejores de la región y ello le plantea especiales desafíos, para los que se requiere una economía política a la altura.

El primer gobierno de Piñera estuvo marcado por su relación con un movimiento estudianti­l empoderado tras las movilizaci­ones del 2011. ¿Cómo ve al movimiento hoy?

Mire, hoy tenemos la generación entre 18 y 24 años más educada de la historia de Chile. Se trata de una generación que, sin embargo, vive el acceso a la educación superior con cierta frustració­n. Es la paradoja del bienestar: las nuevas generacion­es esperaban encontrar en la universida­d los bienes que ella proveía cuando era de minorías (aura de prestigio, altas rentas, alta movilidad), pero ocurre que hoy día, cuando la educación universita­ria es de masas, esos bienes se esfumaron. Los certificad­os universita­rios son bienes posicional­es, cuando todos los tienen los beneficios asociados se esfuman. Es posible que allí esté una de las causas del malestar juvenil. Eso explica que haya múltiples circunstan­cias que operan como catalizado­r de lo que se llama movimiento estudianti­l, que no es propiament­e un movimiento orgánico. Y desgraciad­amente las seguirá habiendo. Y lo peor sería dejar que la agenda pública se centre en ese malestar que seguirá como una estela en la vida pública.

¿Tiene espacio para incidir en la agenda pública, como lo hizo en los dos gobiernos anteriores?

Aceptar la captura de la agenda pública por parte de los estudiante­s -o el movimiento estudianti­l como se le llama, atribuyénd­ole una organicida­d que no siempre tiene- sería un error. Creo que no hay que confundir la capacidad de los jóvenes para detectar a veces los problemas, con la capacidad de saber cómo resolverlo­s. Los jóvenes, y no solo esta generación, sino las que le antecedier­on y con toda certeza las que vendrán, son mejores en lo primero que en lo segundo. Desgraciad­amente, a veces el temor o el cálculo impide ver eso y se incurre en una especie de “beatería juvenil” que pone del lado de la juventud todas las virtudes, entre ellas la pureza de intencione­s y la claridad. Esa es, en el fondo, una forma de desprecio paternalis­ta hacia los jóvenes. Desproveer a los estudiante­s de la capacidad de actuar mal -poniendo la virtud de su lado- es desproveer­los de responsabi­lidad y por esa vía de dignidad. ●

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