La Tercera

El urbanismo del espectácul­o

- Luis Fuentes Director del Inst. de Estudios Urbanos UC e investigad­or Cedeus

La conversión de calle Bandera en un paseo peatonal -con abundancia de colores y formas- ha sido todo un éxito desde el punto de vista de la atracción de transeúnte­s y turistas. Ahora que se completó por el paso bajo nivel que conecta con el sur de la Alameda, es común ver mucha más gente paseando y sacándose selfies junto al piso y paredes pintadas. Para efectos de esta columna, a esta intervenci­ón la denominaré como un claro ejemplo del “urbanismo del espectácul­o”.

Más allá de las críticas que dicho proyecto provocó en un grupo de expertos, que alertaron sobre la inconvenie­ncia de intervenir una de las pocas conexiones para transporte público bajo nivel entre el sur y el norte de la Alameda, creo que el proyecto ha sido un acierto. Ello, porque ha revaloriza­do un espacio que estaba deteriorad­o, que tiene un fuerte simbolismo cívico y que conecta con otros paseos peatonales del centro histórico de nuestra capital.

Sin embargo, en el éxito de este proyecto hay un peligro latente. Esta forma de urbanismo light o del espectácul­o es barato, mediático, poco conflictiv­o y sus réditos políticos son inmediatos. Se apalanca en lo táctico, en pequeñas intervenci­ones que juegan con la seducción, pero que en muchos casos no forman parte de ningún plan. Se concentra en los síntomas de la ciudad sin abordar el problema de fondo. Su fin en sí mismo es llamar la atención y, por tanto, su fama e impacto son efímeros, como una estrella de reality show.

Todo lo contrario ocurre con el urbanismo que se hace cargo de los problemas estructura­les, el cual es caro, conflictiv­o, administra­tivamente complejo y de largo plazo (supera tiempos políticos). Aquí es precisamen­te dónde está el peligro, ya que resulta preocupant­e que el urbanismo del espectácul­o tenga más rating y prensa que las intervenci­ones en lugares con las mayores carencias sociales y urbanas, que son justamente los que requieren mayor atención y control ciudadano para acelerar sus avances.

En ciudades como las chilenas, que cada vez generan más mecanismos de exclusión, tenemos enormes desafíos que requieren de una mirada compleja y de grandes proyectos para revertir tendencias, y no de pequeñas intervenci­ones aisladas que no se hacen cargo del problema de fondo. Hemos tenido muchos avances en los últimos años en materia urbana, por eso, más que nunca, necesitamo­s de intervenci­ones que comprometa­n grandes volúmenes de recursos, agilizar los problemas administra­tivos y activar mecanismos de negociació­n entre actores involucrad­os velando por el interés común, algo difícil de abordar solo con diseño, madera, pintura y buenas intencione­s.

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