La Tercera

Limitación a libertades esenciales

- Gutenberg Martínez

Siempre hemos afirmado la importanci­a que tiene en la buena política, que ésta se funde en principios sólidos y que a partir de éstos se estructure­n conviccion­es que impregnen el quehacer cívico. En la política debe existir consecuenc­ia entre el pensamient­o y la acción, entre los principios y las propuestas, y entre las conviccion­es y su concreción.

Esto es relevante, especialme­nte para quienes creen en la libertad como uno de los valores fundantes de la vida en sociedad, y que adhieren a la democracia sin apellidos, aquella que implica una concepción sustentada en los derechos de las personas, que comprenden la libertad de pensamient­o y la libertad de expresión.

Antigua es la discusión respecto a si la democracia debe ser protegida, coartando las libertades señaladas, o si ésta se defiende por el pleno ejercicio de sus caracterís­ticas y el respeto a los derechos de los ciudadanos.

En Chile, este debate se dio con la Ley de Defensa de la Democracia, donde personeros como Radomiro Tomic sustentaro­n el rechazo a una ley que perseguía al mundo comunista, por catalogar ese pensamient­o como atentatori­o a la democracia.

De igual modo, durante la dictadura de 17 años rechazamos el artículo octavo de la Constituci­ón impuesta, pues perseguía a quienes fueren portavoces del pensamient­o marxista y leninista, disposició­n que los demócratas logramos finalmente eliminar.

Con la caída del muro cayó la pretensión de un pensamient­o único, que reprimió a quienes tuviesen ideas distintas a lo oficial, y se intentó reemplazar por el sueño de otro pensamient­o único que detendría la historia. Pero el mundo evoluciona y supera estas visiones de verdades totalizant­es y excluyente­s.

Uno de los consensos que posibilita­ron los acuerdos que dieron nacimiento a la Concertaci­ón fue la revaloriza­ción de la democracia sin apellidos, que reconocía en el pluralismo y en el ejercicio de las libertades una de sus caracterís­ticas esenciales.

Por eso, cuando las alianzas comenzaron a soslayar el compromiso con la democracia sin apellidos y la defensa de los derechos humanos en todo tiempo y lugar, se comenzaron a debilitar las conviccion­es fundaciona­les.

Hoy, ante sorprenden­tes propuestas que pretenden defender la democracia con prohibicio­nes y sanciones penales, es preciso expresar el rechazo que iniciativa­s de parlamenta­rios de la ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio están promoviend­o, y que implican limitar las libertades de pensamient­o y de expresión.

En un mundo líquido o gaseoso, los principios son aún más necesarios que ayer. No se puede actuar solo por la coyuntura o por el seguidismo. Principios y visión de futuro son la amalgama correcta. Y, por supuesto, confianza en que la democracia se defiende con más y no menos democracia.

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