La Tercera

El ojo inquietant­e del poeta

- Por Juan Manuel Vial

En Aguas servidas, título intervenid­o por Nicanor Parra, Carlos Cociña nos muestra una poesía diversa, desafiante, perenne y corajuda.

Reeditado varias veces desde su publicació­n en 1981, el poemario Aguas servidas, del escritor Carlos Cociña, sufrió ciertas modificaci­ones antes de llegar a imprenta: Raúl Zurita intervino algunos textos y redujo el número de partes y Nicanor Parra cambió el título, que originalme­nte era Aguas potables, y consideró que los poemas debieran enmarcarse entre dos fechas trascenden­tes: 1973 y 1980. Esto lo cuenta en el prólogo de la presente edición el editor y poeta Guido Arroyo, donde también repara, sin equivocars­e, en la notable actualidad de poemas escritos hace casi 40 años.

En la primera parte, titulada “De la estructura de la mirada a la estructura del ojo”, Cociña describe diversas maniobras de observació­n que, en un caso extremo, le permiten ver su propio ojo sin necesidad de espejos. Podría hablarse de un ojo omnipresen­te, el ojo que protagoniz­a esta sección, especialme­nte a juzgar por los siguientes versos: “Soy el ojo que recorre, / el ojo de la voz que descubre cada objeto / y en lo negro, / y en lo blanco / soy los matices que revientan cada instante”.

El asunto oftalmológ­ico, sin embargo, no alcanza una trascenden­cia fuera de lo humano, puesto que es el mismo ojo, supone uno, el que en ocasiones se delata fisgón y en otras incluso pícaro a la antigua, como en este fragmento: “En tanto que de rosa y azucena / se muestra la color en vuestro gesto, / y que vuestro mirar ardiente, honesto // desordena a nivel de hormonas esta mirada inocente / para sexualizar el ojo de la papa / poco a poco visto”.

Luego, en “Descripcio­nes y actos penitencia­les”, el hablante propone situacione­s extrañas de las que siempre consigue salir airoso (física y poéticamen­te hablando). A veces se trata de exigir un poco la imaginació­n de quien lee, situación que agradecerá el lector atento y capaz, y que con certeza decepciona­rá al zángano. Las imágenes cambian con rapidez, efecto que conduce a una sorprenden­te variedad de escenarios dentro de un mismo poema. Y en ocasiones, claro, no todo acaba siendo aquello que aparentaba ser al principio.

En “Histórica relación”, la parte final del poemario, la fascinació­n de anatomista de

Cociña cobra una traza mucho más oscura. Los poemas se acercan a la prosa y el mensaje trascenden­tal, que podría resumirse en la frase “Nadie tiene derecho a morir antes de tiempo”, alude a que pese a que en general creíamos que estábamos ciegos, y por cierto mudos, “eran nuestros ojos quienes iban acumulando todos los posibles contornos de cada objeto que nos fue negado y la mirada no fue hacia adentro sino hacia afuera”.

Hay aquí un reporte de horrores y abusos inusual para la época en que fue publicado. Inusual por la forma artística, pero también por un ánimo de denuncia corajuda. “Se destapó la olla, ya no hay posibilida­d de amedrentar y que se frene la ebullición de los condimento­s que todos sabían que eran sepulcros blanqueado­s con cal, mientras el olor a muerte se despedía de todos los manjares (…)”.

La especifici­dad siniestra tampoco escapa a la percepción cientifici­sta del hablante: “Una gota de saliva cubre lo cóncavo de una pieza de goma que al acercarse al pedazo de piel, la absorbe en el vacío, dejando / una elevación convexa y cerrada de epidermis. Los electrodos se afirman, cuando los polos se intercambi­an en los destellos del roce que cae / de los electrones desencaden­ados para alcanzar al próximo, y así seguir hasta tener la posibilida­d de alcanzar la tierra”.

Curiosamen­te, Aguas servidas reposó cerca de seis meses en algún vericueto del Ministerio del Interior –el autor quiso seguir los pasos indicados para publicar– y finalmente obtuvo el permiso necesario para ser impreso y distribuid­o. Muchos piensan que en aquellas dependenci­as, el militar encargado de tales quehaceres ni siquiera leyó el poemario, o, en caso de haberlo hecho, no entendió ni pizca.

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AGUAS SERVIDAS CARLOS COCIÑA Ediciones UDP 109 pp.$ 12.000
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