CHILE SIN CAMPAMENTOS: UNA URGENCIA SOCIAL
SEÑOR DIRECTOR
En su editorial del jueves 2 de enero, La Tercera manifestó que erradicar los campamentos debería transformarse en una urgencia política orientada a brindar recursos para terminar con la indigna situación en la que viven más de 46.000 familias.
Sin lugar a dudas, esto constituye una urgencia social. El acelerado incremento de un 70%, en tan solo siete años, se traduce en un retroceso de más de tres décadas en este ámbito.
En pleno siglo XXI, en medio de la era del Internet y las redes sociales, es injusto que existan personas que deban vivir en condiciones de hacinamiento y sin servicios esenciales, como el agua potable, la electricidad o el alcantarillado.
Ahora bien, algunos señalarán que resolver este problema pudiera ser difícil para un país como Chile. Los números indican que requiere de una inversión importante, pero factible de lograr. Si consideramos una vivienda básica, ampliable, de unas UF 1.500, se necesitarían cerca de US$ 2.700 millones. Una cifra no despreciable, pero absolutamente alcanzable en dos o tres perío- dos presidenciales.
En contraste, si en la gratuidad, las becas y los créditos universitarios gastamos US$ 2.000 millones anuales y en el Transantiago cerca de US$ 400 millones al año, ¿cómo no va a ser posible erradicar los campamentos? El costo de oportunidad, concepto muy útil para sopesar mejor las decisiones que se toman en el financiamiento de las distintas políticas públicas, pareciera relucir por su ausencia.
Terminar con los campamentos en Chile es posible, pero requiere voluntad y una clase política que esté a la altura. Es de esperar que aquel sueño de llegar al Bicentenario sin campamentos, que lamentablemente no se pudo cumplir en 2010, sea concretado en la próxima década, o que al menos se transforme nuevamente en un imperativo colectivo y transversal, que nos permita no extraviar la vista de lo verdaderamente importante y realmente urgente.
Jorge Acosta
Director Ejecutivo Instituto Res Publica