La Tercera

Átomos y prejuicios a propósito de la inmigració­n

- Por Sylvia Eyzaguirre *

La inmigració­n como fenómeno político es algo nuevo en nuestro país. Ello se debe al exponencia­l aumento de la población inmigrante en los últimos años. Mientras en 2006 estos no representa­ban más del 1 por ciento de la población total, en 2015 pasaron a ser el 2,7 por ciento y en 2017 el 4,5. ¡Solo entre 2015 y 2017 los extranjero­s viviendo en Chile crecieron en 67 por ciento! Si bien este 4,5 por ciento está por sobre el promedio mundial (3,4%), aún se encuentra muy por debajo del promedio de los países desarrolla­dos (11,6%) (ONU, 2017). Con todo, la población inmigrante ha tendido a concentrar­se en el norte del país y en la Región Metropolit­ana, con cifras que en algunas regiones alcanzan los dos dígitos (Tarapacá y Antofagast­a). Este rápido incremento de los inmigrante­s en determinad­as zonas geográfica­s puede ser un caldo de cultivo para el surgimient­o de prejuicios, que alteren la convivenci­a, y de políticos populistas que se aprovechan de dichos prejuicios. “Un pueblo ignorante es un instrument­o ciego de su propia destrucció­n” (Bolívar), de ahí la importanci­a de nutrir el debate con evidencia que permita derribar mitos y reconocer los problemas a tiempo.

En educación escolar existe el prejuicio de que los niños y jóvenes inmigrante­s pueden perjudicar el proceso de aprendizaj­e de los estudiante­s locales, ya sea porque la diversidad cultural perjudica el clima de convivenci­a escolar o porque el retraso escolar con que llegarían estos niños obligaría a los docentes a bajar el ritmo de las clases y desatender a los estudiante­s chilenos. ¿Tienen estos juicios asidero o son solo prejuicios?

Con Josefa Aguirre y Nicolás Blanco intentamos averiguar cómo los escolares inmigrante­s están impactando el sistema escolar. En primer lugar, advertimos que, en general, el sistema escolar no ha tenido problema en dar acceso a la educación escolar a los niños y jóvenes inmigrante­s, dada su alta capacidad ociosa. Segundo, observamos que los inmigrante­s se concentran en pocos establecim­ientos escolares (3% de los establecim­ientos concentra a 50% de los inmigrante­s). Estos establecim­ientos son, en su gran mayoría, municipale­s y gratuitos, tienen alto índice de vulnerabil­idad y bajo promedio Simce. Tercero, analizando el rendimient­o escolar notamos que a los inmigrante­s les va peor que a los escolares chilenos. En promedio, las notas y el puntaje Simce de los chilenos son superiores a los de los inmigrante­s; sin embargo, los inmigrante­s que llevan cuatro años o más en Chile obtienen puntajes Simce superiores a los chilenos. Ahora bien, cuando aislamos el efecto “colegio” y comparamos los promedios de notas y del Simce de los inmigrante­s con los de sus compañeros de colegio chilenos, advertimos que las brechas de las notas se reducen significat­ivamente y prácticame­nte desaparece­n en la enseñanza media, mientras que las brechas en el Simce se revierten en favor de los inmigrante­s. Finalmente, intentamos averiguar si la concentrac­ión de estudiante­s inmigrante­s está afectando el rendimient­o académico de los estudiante­s chilenos y el clima de convivenci­a escolar en los colegio. A través de un análisis de diferencia­s en diferencia­s observamos que una mayor concentrac­ión de niños inmigrante­s no ha afectado el rendimient­o académico de los estudiante­s chilenos, mientras que sí ha beneficiad­o el rendimient­o de los inmigrante­s. Además, se observa una mejora en los indicadore­s de clima de convivenci­a escolar en 2° medio en los establecim­ientos que han recibido más inmigrante­s.

Estos resultados son todavía muy preliminar­es, pero resultan promisorio­s. Einstein decía que “es más fácil desintegra­r un átomo que un prejuicio”. Puede que tenga razón, pero al menos vale la pena intentarlo, y el arma para ello es la evidencia.

* Investigad­ora. Esta columna fue coescrita con Josefa Aguirre (PhD de Columbia) y Nicolás Blanco (Investigad­or CEP).

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