La Tercera

PARLAMENTA­RIOS Y CUIDADO DE INSTITUCIO­NES

Es una negativa señal que legislador­es de oposición estén bloqueando designacio­nes que requiere el TC.

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El 2018 concluyó con señales preocupant­es, que reflejan un progresivo debilitami­ento de las institucio­nes en Chile. En forma escalonada, diversas entidades que han sido pilares en nuestra historia reciente han sufrido –en algunos casos justificad­amente- un deterioro acelerado de su imagen y, como consecuenc­ia, un distanciam­iento profundo con la ciudadanía. En esta lista aparecen las Fuerzas Armadas, Carabinero­s, la Iglesia Católica y diversas institucio­nes del mundo político. Haciéndose eco de este problema, el expresiden­te Ricardo Lagos alertó en entrevista con este medio sobre la necesidad de un acuerdo nacional para superar la crisis de institucio­nes.

La cobarde agresión que sufrió el presidente del Tribunal Constituci­onal (TC), en plena vía pública, revela que existen grupos que son capaces de desafiar la institucio­nalidad, intentando forzar de manera espuria a las autoridade­s a actuar en línea con sus intereses. Pero, además, este hecho marca un problema más profundo, ya que el debilitami­ento institucio­nal que se han trazado como objetivo algunos grupos minoritari­os –algunos con representa­ción política- tiene consecuenc­ias severas en el desarrollo económico y social de nuestro país, tal como lo han demostrado diversos estudios internacio­nales.

En este delicado contexto, es lamentable que algunos parlamenta­rios, en vez de contribuir a la solidez de las institucio­nes, sean más bien los que intentan socavarlas. Prueba de ello es que, para resolver la crisis de Carabinero­s o dar curso a los nombramien­tos de ministros suplentes del Tribunal Constituci­onal –vacantes desde principios de 2016-, representa­ntes de la oposición se manifieste­n disponible­s solo si el gobierno accede a reformar las bases del TC. Una actitud desafiante como ésta, al menos, podría entenderse si el Congreso gozara de una popularida­d desbordant­e, pero los mismos que acusan al TC de falta de legitimida­d se hunden en las preferenci­as de la ciudadanía, con un rechazo que triplica su aprobación, según la encuesta Cadem. Además, según el último estudio de opinión pública del CEP, una reforma constituci­onal –como del tipo que proponen los parlamenta­rios- es la última preocupaci­ón de los chilenos y solo un 3% lo menciona como una prioridad para la actual administra­ción.

Este notable abandono de deberes en el que incurren los parlamenta­rios es preocupant­e, porque su inacción bloquea justamente al organismo que es el garante de la Carta Fundamenta­l, pilar jurídico esencial de la institucio­nalidad chilena. Pero, además, se le delegó al TC la labor de contrapeso del Parlamento, por lo que es cuestionab­le que los que por ley deben ser controlado­s por el organismo sean los que pretendan reformular­lo a su arbitrio, pretendien­do que mayorías circunstan­ciales puedan alterar las bases del modelo actual, sin mayores dificultad­es.

Los parlamenta­rios debieran ser los mejores ejemplos en la defensa de las institucio­nes, pero la actitud obstruccio­nista de algunos consigue un doble propósito: seguir aumentando el descrédito de la política, a la vez que carcomen las bases de otras institucio­nes claves para el desarrollo y la estabilida­d del país.

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