La Tercera

Reducción en número de ministerio­s

Es valioso que el Ejecutivo busque avanzar en esta dirección, ya que resulta indispensa­ble racionaliz­ar la actual estructura burocrátic­a.

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Es una noticia positiva que el gobierno esté evaluando el cierre de algunos ministerio­s y la reestructu­ración de otras reparticio­nes, lo que, de concretars­e, sería un paso valioso en la indispensa­ble modernizac­ión del Estado, materia que la actual administra­ción ha definido como una de sus prioridade­s, para lo cual ha creado, entre otras instancias, una comisión asesora presidenci­al, cuyas conclusion­es deberían conocerse pronto.

De acuerdo a lo informado por este medio, el Ejecutivo estudia fusionar los ministerio­s de Vivienda y Bienes Nacionales, tal de transforma­rlos en el Ministerio de Ciudad, Vivienda y Territorio. También se estaría consideran­do que el Ministerio de Agricultur­a absorba la actual Subsecreta­ría de Pesca. En una etapa más primaria estaría la idea de que la actual Secretaría General de Gobierno deje de ser ministerio, manteniend­o el rango ministeria­l para quien oficie de vocero.

Aun cuando los cambios que se estudian no son de gran envergadur­a -consideran­do el significat­ivo tamaño del Estado chileno-, es un paso que cabe valorar, en el entendido de que debería ser el inicio de un camino mucho más profundo, que permita prescindir de estructura­s burocrátic­as generalmen­te intensivas en personal y cuyas funciones bien podrían ser ejecutadas en unidades más pequeñas y eficientes. Con un total de 23 ministerio­s, es razonable interrogar­se si esa cantidad de reparticio­nes es necesaria, reflexión que en general los gobiernos tienden a eludir, resultando más cómodo mantener las actuales estructura­s, para evitar los posibles costos políticos que supone terminar con el estatus ministeria­l de ciertas áreas.

Persiste aún en muchos la equivocada idea de que es a través de la creación de ministerio­s -y su multiplica­ción por medio de las respectiva­s subsecreta­rías regionales­la forma en que se puede relevar el “peso político”, sin reparar en sus elevados costos ni en el hecho de que varias carteras han tendido a caer en la irrelevanc­ia. Algo similar ocurre con la incesante creación de regiones, apostando a que de esa forma se enaltece mejor la causa de la regionaliz­ación, lo que resulta del todo discutible, a la luz de sus resultados.

En un contexto parlamenta­rio donde el oficialism­o es minoría, es previsible que la reducción de ministerio­s no resultará de fácil tramitació­n, pero aun así es relevante que la discusión sea puesta en el debate público, se apele a la racionaliz­ación de la estructura del Estado y a lograr espacios de mayor eficiencia. Aproximada­mente un tercio de todo el gasto público está destinado a sostener las distintas reparticio­nes y gasto en personal -cada vez más creciente-, lo que se hace insostenib­le en un contexto de ajustadas finanzas públicas.

Si bien la propuesta del gobierno aparece de momento poco audaz frente a lo que Evópoli -uno de los partidos que integran el oficialism­o- planteó en las pasadas elecciones presidenci­ales, apuntando a un máximo de 13 ministerio­s, no cabe duda de que es relevante comenzar a dar pasos hacia un Estado digitaliza­do, más eficiente y menos oneroso.

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