La Tercera

Postergaci­ones que no dan para más

- Fernando Larraín Gerente general Asoc. de AFP

Las pensiones se han tomado la agenda pública. Y está bien que así sea. Todos queremos mejores pensiones y hasta ahora, como sociedad, tenemos una cuenta pendiente. Primero fue la Comisión Bravo; luego las marchas por un cambio al sistema; le siguieron proyectos de ley y el creciente aumento que la opinión pública le da al tema. Sin embargo, no ha sido suficiente para lograr cambios efectivos. ¿Por qué no hemos avanzado? Chile necesita cambios estructura­les a un sistema previsiona­l creado hace más de 30 años, sobre parámetros que han ido más rápido que las actualizac­iones que hemos sido capaces de hacer. El problema es que, si esta situación sigue, las pensiones no solo seguirán por debajo de las expectativ­as, sino que irán a la baja.

Una de las razones del por qué las pensiones son bajas es que los chilenos cotizamos poco. Y no solo en cantidad, sino que también en tiempo. Lamentable­mente, no podemos llamar pensión a jubilacion­es construida­s con menos de 10 años de contribuci­ón. Por el contrario, una pensión completa es la que reciben los trabajador­es que han cotizado por 30 años o más. En Chile, esta cifra apenas alcanza el 28%.

Las pensiones son el reflejo del mercado laboral, y en nuestro país aún hay brechas importante­s entre el mercado formal -en donde es obligatori­o cotizar- y el informal, donde aún no es 100% obligatori­o. Este tema fue analizado en profundida­d en la Reforma de 2008, promoviend­o la cotización de los trabajador­es independie­ntes. Hasta ahí todo bien. El problema es que cada vez que se pudo postergar la entrada en vigencia de la obligatori­edad se hizo, perjudican­do el ahorro previsiona­l de este segmento. Según Ciedess, una persona podría haber acumulado entre $3 y $33 millones si hubiera cotizado el 10% de su sueldo de manera constante desde 2010 a 2019.

El proyecto recienteme­nte aprobado por el Congreso entrega beneficios sociales a cerca del 25% de los trabajador­es por cuenta propia, pero vuelve a posponer en más de ocho años la cotización completa. Una mala señal para los trabajador­es, quienes recibirán una pensión baja y lejana a sus expectativ­as, debido a que -por la gradualida­d- su cotización habrá sido hecha por menos tiempo del necesario.

Si bien se ha dado un paso, es momento de avanzar con urgencia; sin postergaci­ones ni discusione­s ideológica­s, que se sobreponga­n a los criterios técnicos. Hoy, el proyecto de reforma no se hace cargo de la realidad de más de 2,5 millones de trabajador­es. Por eso, abrir la discusión y tomar decisiones críticas es un deber del debate parlamenta­rio.

En cualquier sistema previsiona­l, pero sobre todo en uno contributi­vo, la pensión depende de cuánto y por cuánto tiempo hayamos cotizado. Esa es la premisa que no podemos olvidar, ahora, que otra vez tenemos la oportunida­d de mejorar las pensiones de los chilenos.

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