La Tercera

COMISIONES DE ÉTICA Y TRANSPAREN­CIA DEL CONGRESO

La regulación de las comisiones debe abordarse con urgencia, en aras del buen funcionami­ento democrátic­o de nuestras institucio­nes.

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En días recientes, y a raíz de una moción parlamenta­ria presentada por diputados oficialist­as, ha vuelto a la discusión pública el rol que cumplen las comisiones de Ética y Transparen­cia de ambas cámaras en el Congreso. Lo cierto es que, de tiempo en tiempo, tanto algunos parlamenta­rios, con su actuación y/o declaracio­nes, reñidas con la responsabi­lidad e investidur­a de sus cargos, ya sea en el hemiciclo o fuera de él, como la inacción de las instancias llamadas a revisar esas conductas, nos llaman a la reflexión sobre la efectivida­d de las mismas para los fines buscados. Y es que a pesar de que tanto el Reglamento de la Cámara de Diputados como del Senado establecen, en calidad de comisión permanente, la Comisión de Ética y Transparen­cia de cada cámara, señalando su integració­n, las materias objeto de su competenci­a y los procedimie­ntos y sanciones que deben aplicarse, dicha regulación dista de ser la adecuada. De ahí que algunos sostengan que es mejor no tener estas comisiones que tenerlas solo para cumplir formalment­e con su existencia.

Si bien dicho planteamie­nto aparece como extremo, sin duda constituye un llamado de atención importante para que tanto el Congreso como el Poder Ejecutivo, en el marco de la agenda de modernizac­ión del Estado, consideren este asunto para introducir cambios profundos a esta institucio­nalidad, su composició­n, funcionami­ento y el marco de sanciones aplicables. Hace unos años, el PNUD elaboró un informe con recomendac­iones puntuales para Chile al efecto, muchas de las cuales se encuentran plenamente vigentes. Consorcios para la modernizac­ión del Estado, integrados por centros de estudios, académicos y otros miembros de la sociedad civil, también han planteado cambios en este sentido, y entre otras materias, como lo son las asesorías parlamenta­rias.

Las comisiones de Ética y Transparen­cia del Congreso deben velar por el buen funcionami­ento de los sistemas de integridad en la institució­n. En este sentido, no parece razonable que estas comisiones estén integradas solo por parlamenta­rios, incumbente­s, pues resulta evidente el conflicto de interés y los incentivos perversos que ello genera. Incorporar en ambas cámaras –o generar una comisión bicameral al efecto- a personas independie­ntes, expertas en temas de integridad, sería un paso importante para dar mayores garantías de independen­cia y aptitud. El Sistema de Alta Dirección Pública podría selecciona­r personas adecuadas para estos fines, que luego serían aprobadas, con un quórum importante, por las cámaras. Incrementa­r los estándares de transparen­cia y fundamento­s de sus resolucion­es ayudaría a elevar el control de la ciudadanía respecto de su actuar, junto con revisar el nivel de sanciones para elevarlas, incluyendo la posible cesación en el cargo para casos graves, tras un debido proceso.

Actualment­e se tramitan en el Congreso algunas iniciativa­s promovidas por el Ejecutivo, que vienen a reforzar los aspectos de probidad y transparen­cia, en general, en la administra­ción pública, y también en el Poder Legislativ­o. Sin embargo, existe una deuda pendiente en materia de la regulación de las comisiones de Ética y Transparen­cia que debe abordarse con urgencia, en aras del buen funcionami­ento democrátic­o de nuestras institucio­nes.

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