La Tercera

ACTITUD DE PARLAMENTA­RIOS

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SEÑOR DIRECTOR

Tal vez, desde el punto de vista estrictame­nte normativo, no resulta plausible destituir a la diputada Marisela Santibáñez, que celebró (no existe otra manera de entender sus palabras) el cobarde asesinato del senador Jaime Guzmán.

El asunto, sin embargo, está lejos de agotarse en el ámbito del derecho constituci­onal.

¿Es posible ponernos de acuerdo sobre la ilicitud de ciertos actos, a pesar de que no estén sancionado­s por la ley? Me parece que por aquí va el problema. Es cierto que la diputada, luego de tirar la piedra, pidió perdón; pero no creo que quienes la acompañaba­n se retracten de sus aplausos, que siguen resonando en redes sociales.

El mayor inconvenie­nte es que nuestra sociedad (con ayuda incluso de algunos políticos, que hoy condenan enérgicame­nte los dichos de la diputada) ha ido abandonado la idea de que hombres y mujeres pueden conocer, a través de su inteligenc­ia, aquello que es justo e injusto. De hecho, quienes formulan argumentos desde la ética o la ley natural en alguna de las varias comisiones del Congreso, usualmente son tachados de “fanáticos”.

Sin embargo, no hay otra manera de llegar a un verdadero acuerdo: el desafío, una vez más y a costa de ser redundante, es mostrar que los juicios morales pueden ser juicios racionales, y no meras opiniones o emociones.

Cristóbal Aguilera Medina Abogado

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