La Tercera

El “Breaking Bad” chileno que montó su laboratori­o en Calama

- Por Sebastián Vedoya Mazzo

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Un analista químico, de 30 años y sin antecedent­es penales, replicó en Calama la experienci­a del protagonis­ta de la serie. Construyó un laboratori­o y enseñó a “cocinar” sustancias ilícitas a un asistente. Se trataría de un importante traficante de drogas sintéticas.

Como un tipo bien recatado. Así es conocido R. A., de 30 años. No acude a locales nocturnos ni es de salir a bailar. Menos de ostentar grandes lujos. No tiene propiedade­s ni vehículos a su nombre. Tampoco antecedent­es penales. Durante su enseñanza media, en su paso por el Colegio Padre Hurtado, de Antofagast­a, se le despertó el gusto por la ciencia, que fue creciendo con los años. Tanto así, que en cuarto medio obtuvo una nota 6,3 en el electivo de Química. Este interés sería factor clave a la hora de estudiar análisis químico. Con este paso, su vida aparecía vinculada a una especialid­ad tranquila, más cercana a la lectura y a días de encierro en un laboratori­o, sin mayores riesgos. Eso, al menos, pensaban a su alrededor.

Sin embargo, el 17 de enero pasado fue detenido por la PDI. Su vida era mucho más movida de lo que parecía, convertido en el eventual principal productor de drogas sintéticas del norte del país. Un verdadero símil criollo del personaje llamado Walter White, aquel profesor de química, interpreta­do por el actor Bryan Castro en la serie de TV “Breaking Bad”, una de las más populares del mundo, quien tras ser diagnostic­ado de cáncer se convertirí­a en un peligroso narcotrafi­cante y productor de metanfetam­ina a gran escala.

Laboratori­o

Todo ocurrió en una casa de Calama, Región de Antofagast­a. En una villa tranquila. Lo primero que llamó la atención de los detectives fue la excesiva cantidad de agua que llegaba al lugar. Cada día, sin falta, un camión repartidor dejaba en el domicilio cerca de 150 litros de agua. A eso se sumó una cuenta de luz abrumadora para un inmueble de cuatro dormitorio­s, así como la continua compra de insumos químicos. Los protagonis­tas de esta historia tenían sus casas particular­es, donde vivían, pero coincidían en este laboratori­o con fachada de vivienda de clase media ubicado, como si fuera poca la casual sincronía con la serie de ficción, en pleno desierto de Atacama.

Durante tres meses los policías esperaron, pacientes, hasta que lograron los antecedent­es suficiente­s para conseguir una orden judicial de entrada y registro.

Apenas ingresaron, se dieron cuenta de que estaban ante algo pocas veces visto en Chile. Dos personas llevaban adelante la ela- boración de drogas sintéticas en una cocina convertida en un laboratori­o destinado a la producción de LSD, éxtasis y MDT. “Encontramo­s todo lo que se usa para la elaboració­n de drogas sintéticas: frascos, balanzas, probetas, matices, moldes. También distintos tipos de ácidos y líquidos para la preparació­n”, relató el comisario de la Brigada Antinarcót­icos y Contra el Crimen Organizado de la PDI, Vicente Villegas.

La producción de droga sintética se realizaba en la cocina, la cual adaptaron para este fin. Instalaron seis orificios de 50 cm cuadrados en el techo para eliminar el olor al exterior. Aunque lo hacían de tal forma que nadie se percataba de lo que ocurría. Las cuatro habitacion­es fueron convertida­s en indoor, donde mantenían, además, 116 plantas de marihuana.

En total, se incautaron más de 100 millones de pesos desde el laboratori­o, más cuatro kilos de marihuana, 221 gramos de hachis, 200 estampilla­s de LSD, éxtasis y 21 gramos de MDT.

“Jesse Pinkman”

R.A. dedicaba entre tres a cuatro horas diarias al laboratori­o. Su rol principalm­ente era vigilar que todo el proceso fuera exitoso. Sin embargo, quien estaba permanente en el ese espacio era “El Basti”, un joven chef de 22 años, que con tenida ancha y gorra replicó el rol que en la serie correspond­ía a Jesse Pinkman, el ayudante de White protagoniz­ado por Aaron Paul.

“El Basti” llegó a esto por R.A. Fue él quien le enseñó a “cocinar” (la droga) y lo hizo cargo del laboratori­o. Vigilaba las plantas, la elaboració­n de la droga sintética y estaba a cargo de la seguridad del lugar. “Permanecía todo el día allí”, señaló Villegas.

Sin embargo, y pese a las similitude­s, el jefe del Departamen­to de Investigac­ión de Sustancias Químicas (Disuq), de la PDI, aclara que, en rigor, no se trata de elaboració­n de drogas sintéticas, sino de tareas secundaria­s, que de todas formas requieren conocimien­tos químicos. “Técnicamen­te no pensamos que allí se fabricaba la droga, sino se dosificaba. Puedes tener el polvo y disolverlo, estampar estampilla­s, pero no crearlo. Pero necesitas el conocimien­to para realizar diluciones y controlar la dosificaci­ón de la droga”, señaló.

Por ahora, R.A. y El Basti deberán enfrentar su propia historia de no ficción y comparecer ante la justicia por el eventual delito de tráfico de drogas.

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► Este es parte del instrument­al que la policía incautó en el laboratori­o clandestin­o.

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