MEJORES RESULTADOS EN CUENTAS FISCALES
Aun cuando al cierre de 2018 se advierten positivas señales de mayor austeridad en el gasto, sigue requiriéndose un esfuerzo mucho mayor en esta materia.
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Una de las herencias que dejó el gobierno de la Nueva Mayoría fue el debilitamiento inédito de las cuentas públicas. El cuatrienio bajo su administración se caracterizó por un notorio relajo fiscal, que terminó por diluir la prestigiosa regla fiscal que ostentaba el país y, como resultado, disparando la deuda pública y consiguiendo por primera vez en 25 años una rebaja en la calificación crediticia por parte de las agencias calificadoras de riesgo.
Si bien el cierre de las cuentas fiscales de 2018 no es tan sobresaliente como para transformarlo en un motivo de celebración, el contraste con el cuatrienio previo lo hace relucir como un ejercicio en que comienzan a verse señales progresivas de austeridad en el manejo de las cuentas públicas. Por primera vez en seis años, el crecimiento del gasto en 2018 (3,4%) estuvo por debajo del crecimiento del PIB (4%), lo que en la práctica implica que durante el año pasado se detuvo la tendencia reflejada en el quinquenio previo, cuando el tamaño del Estado creció ininterrumpidamente. Por su parte, el déficit fiscal del año recién pasado fue de 1,7% del PIB, el menor en cuatro años, marcando un cambio de tendencia respecto de 2017, año en que el déficit fiscal alcanzó al 2,8% del PIB, el mayor en ocho años.
Aunque hay razones puntuales que abultaron los ingresos -los que crecieron en términos reales 8,8%, su mejor desempeño en siete años-, como por ejemplo la operación de venta del 24% de SQM a Tianqui, que implicó US$ 1.000 millones adicionales de recaudación, aun así el cierre fiscal mejora en términos relativos. Además, el gobierno informó que el déficit estructural alcanzó a 1,5% del PIB, tres décimas por sobre la regla fiscal para 2018, acercándose al compromiso establecido por esta administración de llegar al 1% del PIB para 2022.
El cumplimiento de la regla fiscal es un imperativo, tanto para este gobierno como para los siguientes, si nuestro país quiere recuperar la confianza de los inversionistas internacionales. El relajo en materia de gasto público en el período previo se tradujo en el incumplimiento de la regla fiscal dos veces consecutivas, diluyendo el buen historial que acumulaba el país respecto a su manejo fiscal. Para recuperarlo no basta con un año de mejores cifras fiscales en términos relativos. Es sintomático que en la última década las cuentas públicas registraron un superávit solo en dos años.
Más que buscar nuevas fuentes de financiamiento público, la actual administración debe hacer esfuerzos por contener nuevas partidas de gasto y acotar aquellas que revelen ineficiencia en el uso de los recursos públicos, como por ejemplo la abultada cantidad de funcionarios que hoy dependen del Estado. Es imperativo, por lo tanto, evaluar si las carteras actuales satisfacen los objetivos por los cuales fueron creadas, de tal manera de evitar gastos innecesarios que deben ser financiados con impuestos a actividades realmente productivas.