La Tercera

El atractivo negocio de tener un terreno en la orilla de un lago

- Jorge Navarrete Abogado

Febrero siempre ha sido un mes que da cabida a los aspirantes. Aprovechan­do que la mayoría de los titulares se encuentran de vacaciones, era habitual que los subrogante­s o “segundos de abordo” hicieran su mayor esfuerzo para darse a conocer ante la opinión pública. En dicho intento por ponerse creativos, no se escatimaba en recursos verbales o comunicaci­onales, al punto de muchas veces llevar la situación al ridículo extremo. Fue así, aunque ahora en el ámbito parlamenta­rio, como Moreira y otros nos regalaron sabrosas frases y anécdotas, las que fueron completand­o un largo listado de sandeces, algunas de las cuales incluso trascendie­ron a la época estival en que se pronunciar­on.

Pero para esta ocasión, el gobierno dio un paso adicional y ahora son los titulares de sus cargos los que han decidido montar este espectácul­o. Con ausencia de todo rigor y apego a la verdad, pero siempre confiados en que sus dichos tocan alguna fibra ciudadana, se han hecho afirmacion­es que en otro momento de nuestro debate público hubieran sido motivo de gran escándalo y vergüenza. Aunque hoy, en la era de la posverdad, cuando las autoridade­s ya no se sienten responsabl­es por las cosas que dicen o hacen –y ni siquiera reparan en su prestigio profesiona­l o personales que resulta impune, e incluso beneficios­o, transitar por el camino de la desinforma­ción y la falsedad.

Y aunque los ejemplos son muchos, solo hay espacio para ranquear los más groseros. En primer lugar, y no necesariam­ente por la envergadur­a política o intelectua­l del ganador, se lo lleva el ministro de Salud y su explicació­n frente al dramático aumento de los contagios por VIH en nuestro país. Con total desvergüen­za, y sin ninguna evidencia que avale semejantes juicios, atribuyó primero esta alza a la inmigració­n y, no satisfecho con ello, complement­ó con la incidencia que la píldora del día después tendría en la explosiva propagació­n del virus. Se hace merecedora del segundo lugar la ministra de Educación, la que incluso ha sido criticada por una experta de su sector y columnista de este diario, al presuntame­nte apelar a la libertad de los padres para elegir el colegio de sus hijos, pero terminar promoviend­o un proyecto que en nada resuelve la situación de los niños excluidos y que incluso da mayores posibilida­des para que los establecim­ientos seleccione­n, restringie­ndo todavía más las opciones de los apoderados. Y podríamos darle una mención honrosa al ministro del Trabajo, el que en una de las tantas explicacio­nes que ha debido dar por estos días, le escuché esta semana algo así como que los trabajador­es podrían elegir a otro empleador, si los presionaba­n para optar por un específico régimen indemnizat­orio. ¡Amoroso!

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