El “káiser” de la moda que trató de “vulgar” a las estrellas
Apesar de que Karl Lagerfeld trató de “gorda” a la cantante Adele, de “vulgar” a la actriz Meryl Streep y llamó “pechugona” a la top model Heidi Klum, las famosísimas chaquetas de boucle a mínimo tres millones de pesos que hizo durante tres décadas para Chanel se venden como pan caliente entre estrellas del cine y ejecutivas de transnacionales, integrantes de la realeza y mujeres con dinero que encuentran que las dos letras “c” entrecruzadas de la marca de lujo es el más alto símbolo de estatus que hay.
Las carteras de cuero acolchado de un par de millones que atesoran Cecilia Bolocco y Daniela Aránguiz, esposa del “Mago” Valdivia, y que las damas de la sociedad santiaguina sacan para cenas y galas a beneficio. Los vestidos de alta costura a precios que llegan a superar el de un Mercedes. Cremas y anteojos. Trajes, zapatos y joyas. Perfumes y maquillaje. Todo lo Chanel es caro y es un éxito desde que el diseñador alemán -fallecido ayer- se hizo cargo en los años 80 de la casa de modas francesa fundada por la legendaria Coco.
La transformó en un imperio, y eso que el “káiser” Karl ni siquiera estudió diseño.
El alemán de pelo amarrado en cola, anteojos oscuros y guantes combinó lo exclusivo con el marketing, lo pituco con su toque de vulgaridad. El mismo se transformó en un personaje que vivía en su departamento de la Rive Gauche junto a su gata Choupette, la cual comía sentada en la mesa y tiene collares de diamantes, asistentes y una cuenta de Instagram con 147 mil seguidores.
El “genio” era servido por un pequeño ejército que lo veía como deidad mientras trabajaba supervisando 14 colecciones de ropa al año para diversas marcas -incluida una multitienda chilena-, y en proyectos de todo tipo.
Ideó videos como el que protagonizó Nicole Kidman como una estrella de Hollywood que abandona todo por una noche de pasión, y campañas publicitarias con divas tipo Rihanna. Recreó un supermercado hasta con detergentes y tallarines Chanel en las estanterías, o una playa con arena, olas y todo, en el edificio del Gran Palais donde hizo sus desfiles con musas a lo Kate Moss o Penélope Cruz aplaudiendo en primera fila.
Fue un hombre culto que, a pesar de hablar varios idiomas y formar una biblioteca de 300 mil ejemplares, en una ocasión bajó 40 kilos solo para usar jeans apitillados Dior y acostumbraba declarar cosas como “lo que odio es la gente desagradable y fea”. Una faceta que al parecer sus clientas obviaban.