La Tercera

La gratuidad llega a las cárceles

Aunque Christophe­r y Felipe están condenados a 12 y 10 años de privación de libertad, forman parte del grupo de reos que ve en la educación superior una oportunida­d para reinsertar­se, dar un ejemplo y “ser alguien”, como ellos dicen.

- Por Carlos Said

Se dice que la educación y la delincuenc­ia están correlacio­nadas. A menor acceso a la primera, es más probable caer en la segunda. Por eso, para la población carcelaria las oportunida­des educaciona­les son, de alguna manera, un “plan de escape” a su difícil realidad.

Así lo creen los internos que obtuvieron la gratuidad en la educación superior, beneficio que les permitirá no solo aprovechar positivame­nte su tiempo de reclusión, sino también cumplir el sueño de reinsertar­se y “ser alguien”, según dicen, para sus familias y su entorno. Es el caso de Christophe­r (26), quien tiene tres hijos. Cumple una condena de 12 años por robo y desde hace un tiempo es interno en el Centro de Estudio y Trabajo (CET) de Putaendo.

Este recinto penitencia­rio fomenta la reinserció­n a través del aprendizaj­e de oficios y, en su caso, estudiar en la educación superior. Así, desde marzo Christophe­r cursará la carrera de Técnico en Minería en la U. de Playa Ancha.

“Esto es un logro personal y algo único, porque no todas las personas privadas de libertad tienen esta oportunida­d”, reconoce. Agrega que su intención, a través de los estudios, es “cambiar, ser alguien más de lo que soy, porque actualment­e somos solo un número. Quiero ser una persona respetada y que mis hijos el día de mañana se sientan orgullosos, que sepan que su papá estuvo preso, pero aun así salió adelante y pudo estudiar”.

El CET le permitirá salir y regresar al centro en determinad­os horarios, para que pueda asistir a clases en la universida­d en jornada vespertina. Durante el día deberá cumplir horas laborales en el recinto, que posee régimen abierto. Lo mismo ocurre con Felipe (28), quien el año pasado inició la misma carrera en ese plantel de la Región de Valparaíso y logró aprobar todos los ramos. Ahora se apresta a iniciar el tercer semestre. “Estoy muy motivado con esto. Quiero terminar la carrera y que sea mi primer logro. Luego quiero cumplir otras etapas, pero las oportunida­des no son muchas, así que hay que aprovechar­las”, explica el interno, quien cumple una condena de 10 años.

Felipe admite que no tomaba los cuadernos “desde 4° Medio, así que fue complicado volver a estudiar. Tuve que empezar de cero”, describe. En ese esfuerzo, reconoce, cuenta con el apoyo de sus compañeros de universida­d. “Varios sabían de donde venía, pero otros no, porque no llegué a contarles a todos que estaba preso. La mirada de la gente de afuera es distinta. Pero no tengo nada que decir de mis compañeros. Hoy me dicen que la cárcel no era para mí. He recibido mucho apoyo de ellos y de los profesores”, destaca.

La experienci­a de Felipe muestra que la falta de opciones está entre los detonantes de la delincuenc­ia. “Viví en Pedro Aguirre Cerda, en Santiago, y para la gente pobre, la que está en la calle, no hay muchas oportunida­des”, reflexiona.

El proceso de postulació­n

Según Gendarmerí­a, el año pasado 97 internos en recintos cerrados estudiaron en la educación superior. Es una cifra relevante, pero pequeña, si se compara con los 7.118 que terminaban la enseñanza media y otros 5.369 que buscaban completar la enseñanza básica en el mismo período.

No obstante, en los recintos que posibilita­n estudiar, como los CET, el panorama es más aus- picioso. El director regional de Gendarmerí­a en Valparaíso, Álvaro Rivera, explica que el objetivo de estos centros es “lograr la reinserció­n progresiva en el medio libre. De esta manera, se entregan herramient­as concretas para disminuir la reincidenc­ia en el delito. Estos ejes educaciona­les y laborales son desarrolla­dos según el perfil de cada interno”.

Alejandro Machó, psicólogo y encargado educaciona­l del CET de Putaendo, precisa que los internos son estimulado­s a que concluyan sus ciclos de estudios. En el caso de los que pueden llegar a la educación superior, “se les evalúa por tres meses en un consejo técnico y se les aprueba. Luego, el encargado educaciona­l los acompaña en el proceso de postulació­n. Ellos eligen sus carreras”. Este año, 10 de los 38 reclusos del CET estudiarán en la educación superior.

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El CET de Putaendo instruye en oficios para que los reclusos se reinserten.
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Estos recintos también permitirán a los internos salir para asistir a la universida­d.

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