La Tercera

Hegemonía en tensión

- Max Colodro Filósofo y analista político

Llegó marzo y, con él, el inicio del segundo año del actual gobierno; “el año de las reformas” que definirán el sello y la herencia a partir de la cual esta administra­ción puede proyectars­e o, al contrario, empezar a cavar su tumba. En buena medida, los éxitos y los fracasos dependerán de su capacidad política, de su ductilidad táctica y eficiencia negociador­a. Y también, de la oposición que tenga al frente, una oposición que en los próximos días tendrá una definición clave, cuando el Frente Amplio decida si confirma o rechaza el acuer- do suscrito con los partidos de la ex Nueva Mayoría, para mantener el control administra­tivo de la Cámara de Diputados.

En rigor, lo que se juega aquí es una señal sobre el futuro de la oposición: cuánto estarán dispuestas a ceder las fuerzas que componen el Frente Amplio para no sepultar toda posibilida­d de convergenc­ia con el resto de la centroizqu­ierda, y cuánto estará la DC disponible a conceder para generar “mínimos comunes” que inviabilic­en eventuales acuerdos con el oficialism­o. En síntesis, cuánta autonomía estará cada sector dispuesto a entregar, cuánta convicción a ceder, para someterse a las exigencias de un imperativo unitario, que es la condición imprescind­ible para poder disputarle a la derecha las próximas elecciones con algún grado de viabilidad.

Hasta ahora, la DC ha sido categórica: primero se debe cumplir el compromiso ya suscrito, aprobar la constituci­ón de la próxima mesa de la Cámara, y después se pueden discutir acuerdos y “mínimos comunes”. El Frente Amplio sigue la lógica inversa: primero se debe establecer un marco común que impida a la DC y al PR apoyar con sus votos iniciativa­s de gobierno, y luego estarán disponible­s para ratificar el acuerdo administra­tivo. De algún modo, es una medición anticipada de fuerzas, una tensión que ilustra posicionam­ientos futuros y que devela el grado de compromiso unitario de ambos sectores, dado el enorme abismo ideológico que los separa.

¿Estará al final la DC disponible para recomponer una alianza estratégic­a ya no solo hegemoniza­da por el PS y el PC –como fue la Nueva Mayoría-, sino incluso con sectores que hoy componen el Frente Amplio (o con él en su totalidad)? Paralelame­nte, el rechazo o ratificaci­ón de este acuerdo en teoría solo administra­tivo, mostrará también cuánto hay de cierto en la supuesta voluntad del Frente Amplio de construir una real alternativ­a a la centroizqu­ierda tradiciona­l, cuán verdadera es su intención de convertirs­e en una nueva hegemonía capaz de disputarle el poder a la derecha, pasando para ello por la liquidació­n del duopolio consagrado durante la transición.

¿Cuánto pesan las conviccion­es y los proyectos propios? ¿Cuál es el valor que cada sector le otorga a su identidad y, en definitiva, qué están dispuestos a entregar en aras del que hoy aparece como el único “programa” y el único “mínimo común”: acceder como sea al gobierno y a los privilegio­s del poder? Son interrogan­tes que afortunada­mente deberán ser saldadas, ya sin más trámite, el próximo 11 de marzo.

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