Chile en marcha ¿hacia dónde?
El primer año de gobierno es siempre un proceso complejo y de ajuste. No solo es la oportunidad para asentar las promesas de campaña, sino que también el momento en que se delinea su hoja de ruta. En Chile esto es particularmente importante, porque con periodos presidenciales de cuatro años y ciclos electorales cada dos, el tiempo transcurre particularmente rápido. Un breve balance de este periodo nos recuerda que la actual administración se instaló con la promesa de “tiempos mejores”, e insistió desde el principio que lo que haría sería básicamente enmendar el rumbo de un país que supuestamente venía estancándose económicamente y donde una serie de reformas estructurales le habría generado un daño, que se buscaría al menos enmendar. A poco andar, sin embargo, dicha consigna fue reemplazada por un nuevo concepto, “Chile en marcha”, para demostrar que desde distintos puntos de vista el gobierno está avanzando de manera relevante en sus promesas. Pero si miramos al menos tres ámbitos, no es claro hacia dónde realmente marcha el país y se hace difícil identificar un eje estructural desde dónde logrará ordenarse la labor presidencial.
El primero y más importante de esos ámbitos es sin duda la economía. El balance inicial estimaba que los bajos niveles de crecimiento y los niveles de desempleo heredados requerían un impulso fuerte. Sin embargo, esta semana nos enteramos que las expectativas de crecimiento se han ido ajustando a la baja y que la tasa de desempleo –cosa aparte la insólita controversia con el INE- aumentó en 0,3%, situándose en 6,8%. Esta es, sin duda, una cuestión de la máxima importancia para un gobierno de centroderecha, que constituyó su principal promesa de campaña. Como si no fuera suficiente, se ha anunciado que el “entusiasmo veraniego” que pronosticaba una baja en el precio de los combustibles ya no será más, planteándose un escenario incierto y un impacto directo al bolsillo de las personas.
Segundo, la agenda internacional y su “venezualización”. Parto de la base de que no hay quien a estas alturas pueda defender la situación por la que atraviesa Venezuela y las atrocidades de la administración de Maduro, que incluye violaciones flagrantes a los derechos humanos. No obstante, una cosa es la política internacional basada en el multilateralismo para enfrentar crisis políticas y humanitarias de esta envergadura, y otra distinta es transformar esto en una cuestión de política interna, sobre todo después de un año donde Chile cambió su estrategia en materia internacional, absteniéndose del Pacto Mundial sobre Migración y del Acuerdo de Escazú sobre medioambiente. Así, una política internacional que gozaba del más alto prestigio y acuerdo transversal hoy tiene un eje articulador incierto.
Tercero, la agenda legislativa. Este año se anuncian debates de envergadura en el Congreso. Por lo pronto, la reforma tributaria y la de pensiones, más otros anuncios en materia de salud, educación, entre otros. La pregunta clave es cuánto prevalecerá la idea de mantener un piso de derechos mínimos para las personas y cuán importante serán las señales al mercado. Esto, por cierto, con un gobierno que no tiene mayoría y que se enfrenta a distintas oposiciones, lo que requerirá un manejo político relevante si quiere lograr avances sustantivos.
Estos temas son solo una muestra de que si esta administración quiere ser recordada por algo, debe pronto encontrar la brújula y construir un relato que le dé horizonte a su conducción y coherencia a su promesa inicial que hoy parece extraviada.