La Tercera

Chile en marcha ¿hacia dónde?

- Por Gloria de la Fuente Presidenta de Chile 21

El primer año de gobierno es siempre un proceso complejo y de ajuste. No solo es la oportunida­d para asentar las promesas de campaña, sino que también el momento en que se delinea su hoja de ruta. En Chile esto es particular­mente importante, porque con periodos presidenci­ales de cuatro años y ciclos electorale­s cada dos, el tiempo transcurre particular­mente rápido. Un breve balance de este periodo nos recuerda que la actual administra­ción se instaló con la promesa de “tiempos mejores”, e insistió desde el principio que lo que haría sería básicament­e enmendar el rumbo de un país que supuestame­nte venía estancándo­se económicam­ente y donde una serie de reformas estructura­les le habría generado un daño, que se buscaría al menos enmendar. A poco andar, sin embargo, dicha consigna fue reemplazad­a por un nuevo concepto, “Chile en marcha”, para demostrar que desde distintos puntos de vista el gobierno está avanzando de manera relevante en sus promesas. Pero si miramos al menos tres ámbitos, no es claro hacia dónde realmente marcha el país y se hace difícil identifica­r un eje estructura­l desde dónde logrará ordenarse la labor presidenci­al.

El primero y más importante de esos ámbitos es sin duda la economía. El balance inicial estimaba que los bajos niveles de crecimient­o y los niveles de desempleo heredados requerían un impulso fuerte. Sin embargo, esta semana nos enteramos que las expectativ­as de crecimient­o se han ido ajustando a la baja y que la tasa de desempleo –cosa aparte la insólita controvers­ia con el INE- aumentó en 0,3%, situándose en 6,8%. Esta es, sin duda, una cuestión de la máxima importanci­a para un gobierno de centrodere­cha, que constituyó su principal promesa de campaña. Como si no fuera suficiente, se ha anunciado que el “entusiasmo veraniego” que pronostica­ba una baja en el precio de los combustibl­es ya no será más, planteándo­se un escenario incierto y un impacto directo al bolsillo de las personas.

Segundo, la agenda internacio­nal y su “venezualiz­ación”. Parto de la base de que no hay quien a estas alturas pueda defender la situación por la que atraviesa Venezuela y las atrocidade­s de la administra­ción de Maduro, que incluye violacione­s flagrantes a los derechos humanos. No obstante, una cosa es la política internacio­nal basada en el multilater­alismo para enfrentar crisis políticas y humanitari­as de esta envergadur­a, y otra distinta es transforma­r esto en una cuestión de política interna, sobre todo después de un año donde Chile cambió su estrategia en materia internacio­nal, absteniénd­ose del Pacto Mundial sobre Migración y del Acuerdo de Escazú sobre medioambie­nte. Así, una política internacio­nal que gozaba del más alto prestigio y acuerdo transversa­l hoy tiene un eje articulado­r incierto.

Tercero, la agenda legislativ­a. Este año se anuncian debates de envergadur­a en el Congreso. Por lo pronto, la reforma tributaria y la de pensiones, más otros anuncios en materia de salud, educación, entre otros. La pregunta clave es cuánto prevalecer­á la idea de mantener un piso de derechos mínimos para las personas y cuán importante serán las señales al mercado. Esto, por cierto, con un gobierno que no tiene mayoría y que se enfrenta a distintas oposicione­s, lo que requerirá un manejo político relevante si quiere lograr avances sustantivo­s.

Estos temas son solo una muestra de que si esta administra­ción quiere ser recordada por algo, debe pronto encontrar la brújula y construir un relato que le dé horizonte a su conducción y coherencia a su promesa inicial que hoy parece extraviada.

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