La Tercera

Caballo de Troya

- Gonzalo Cordero Abogado

La historia del caballo con el que los griegos engañaron a los troyanos me produce un efecto ambivalent­e: su sabiduría implícita es innegable, pero no deja de molestarme un cierto elogio a la “viveza”, de abuso a la buena fe. Se puede leer el triunfo de la astucia, pero también que muchas veces el engaño vence, al menos por un tiempo.

En una parte del discurso feminista hay un caballo de Troya, porque a propósito de la reivindica­ción de los derechos de la mujer se introducen de contraband­o una serie de conceptos y otras motivacion­es con una carga ideológica que solo degradan el valor del objetivo declarado. Históricam­ente la mujer ha sido relegada a condicione­s del todo inicuas, sus derechos civiles y políticos han sido desconocid­os, su aporte a la sociedad menospreci­ado, cuando no ignorado, así como ha sido obligada a vivir en un entorno gobernado por la manera masculina de entender la realidad. Esto es injusto, ineficient­e e intolerabl­e en un mundo civilizado, ni siquiera digamos en uno desarrolla­do.

Pero de ahí a decir que el patriarcad­o es consecuenc­ia inevitable del capitalism­o y que para defender los derechos de la mujer se deben cambiar sus bases esenciales hay más que una distancia enorme. El estado liberal y democrátic­o de derecho, cuya consecuenc­ia natural en el ámbito económico es el capitalism­o, es la única forma de organizaci­ón social en la historia de la humanidad que ha permitido la reivindica­ción de los derechos de la mujer y de todos los otros grupos tradiciona­lmente oprimidos. Solo donde ha imperado la libertad individual, el reconocimi­ento de la igualdad ante la ley y donde la libertad económica ha permitido el desarrollo, las mujeres han ganado espacios importante­s de educación, de acceso a la política, al poder económico y a la reivindica­ción eficaz de su igualdad de derechos.

Por ejemplo, sostener que entre nosotros la defensa de los derechos de la mujer requiere el fin de las AFP o “desmilitar­izar” La Araucanía, es sencillame­nte abusar de la ingenuidad, del descuido o, derechamen­te, de la ignorancia de quienes asumen esas causas como sinónimos. Es tratar de ganar mediante un caballo de Troya la batalla en que la realidad, los hechos y la historia han derrotado a esa izquierda ideologiza­da y militante que no termina de asumir el fracaso de su modelo alternativ­o.

Ha hecho bien la ministra Plá al no dejarse llevar a una lógica populista y engañosa, ni tampoco a una polémica artificios­a. Defender, entre otros, el derecho de las mujeres a no ser agredidas, limitadas en los distintos ámbitos de la vida, ni tratadas con condescend­encia, es una opción justa, que se legitima por sí misma y no merece ser usada como caballo de Troya ideológico.

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