Primer año de gobierno
Desde la perspectiva de asegurar que el país se mantiene en su camino al desarrollo, y de descartar una regresión estatista, hay avances pendientes.
Tras un año del gobierno del Presidente Piñera, el país muestra una evolución muy positiva desde el Estado de postración económica e incertidumbre política en que lo dejó el gobierno de la Nueva Mayoría. La economía se ha reactivado y el crecimiento del país vuelve a estar sobre el del mundo y a reflejar mayor confianza en su institucionalidad. Se percibe un oficialismo cohesionado tras un liderazgo presidencial energético, confrontado por una oposición sin un planteamiento consensuado y políticamente cooptada por la extrema izquierda.
El gobierno ha enfrentado con seriedad y habilidad, problemas urgentes y graves, como el de la crisis en el Sename, una inmigración fuera de control, o las irregularidades arrastradas por años en Carabineros. También, ha logrado avanzar en relación a temas complejos como son, la ley de equidad de género, una política exterior en relación a Venezuela -demostrando una férrea defensa de los DD.HH.-, una agenda de la mujer y de modernización del Estado, entre otros. Enfrentado a desastres naturales, ha mostrado capacidad de movilización y coordinación eficiente de las capacidades públicas y privadas. Incluso, ante la muerte de Camilo Catrillanca demostró su capacidad para sancionar y hacer correcciones en las fuerzas involucradas, y su compromiso con la probidad y la transparencia.
Con todo, desde la perspectiva de asegurar que el país se mantiene en su camino al desarrollo, y de descartar una regresión estatista, hay avances pendientes. En áreas tocantes a aspectos distintivos del modelo económico social libre que fueron negativamente alteradas por la Nueva Mayoría, como en lo laboral y tributario, o donde se gestó una amenaza mayor, como en materia previsional, no hay avances, ni se visualiza en forma nítida como se superará la obstrucción que, desde su mayoría parlamentaria, ejerce la oposición de las propuestas oficiales. Tras el fin del sistema binominal, el gobierno podría haber esperado contar con algunos parlamentarios independientes para avanzar en reformas específicas; o con el apoyo de partidos de la ex Nueva Mayoría, tradicionalmente más moderados, que intentasen reubicarse en torno a posiciones de centro. Pero, la realidad parece ser que hoy -por una evolución doctrinaria, o porque se privilegia la posibilidad de conformar pactos electoralesla oposición se muestra progresivamente más coordinada para defender postulados de la Nueva Mayoría, en obcecada oposición a las propuestas oficiales del gobierno.
El Ejecutivo, entonces, deberá trabajar para consolidar la expectativa de que el país no volverá a derivar hacia el estatismo y el fin de su exitoso modelo de varias décadas. Puede lograrlo, ojalá generando la mayoría parlamentaria que le permita aprobar sus reformas pendientes sin alterar lo medular de su propósito, pero, en todo caso, ampliando y consolidando la mayoría ciudadana que respalda dichas reformas. En cualquier caso, parece necesaria una promoción más vigorosa y convencida de sus postulados en todos los niveles del gobierno, que en atención a los riesgos de la actual realidad política, refleje adecuadamente la importancia de los principios en juego.