La Tercera

¿Es que no lo ven?

- Por Daniel Matamala Periodista

Antenoche, la marcha de mujeres más multitudin­aria de la historia de Chile inundó 4 kilómetros de Santiago.

Horas después, en estas mismas páginas, dos columnista­s comentaron el fenómeno. El primero, un historiado­r que considera al movimiento feminista “una pérdida de tiempo”, desmintió que exista “dominación”, y lo probó destacando “el rol de las mujeres en el Cristianis­mo (¿qué sería nuestra cultura sin la devoción mariana?)”.

En la columna contigua, el director de un think tank financiado por las grandes empresas reflexionó que la brecha de sueldos entre hombres y mujeres se debe a la maternidad, por lo que “hay una diferencia que la mujer voluntaria­mente busca, la que por supuesto puede compensars­e en el seno de una familia”.

Mientras, un senador famoso por suplicar un “raspado de la olla” calificó a los cientos de miles de manifestan­tes como “personas de oposición”. “Quien marcha es sólo la izquierda”, concluyó. ¿Es que no lo ven?

¿Es que ni con cientos de miles de mujeres en la calle la discrimina­ción contra ellas es comprendid­a por algunos privilegia­dos?

No, Alfredo Jocelyn-Holt: la devoción mariana no da un rol destacado a las mujeres. La Iglesia Católica aún las veta explícitam­ente de su jerarquía. Ni sacerdotis­as, ni obispas, ni cardenalas. La figura femenina está fuera del poder: es madre y virgen. «Esposas, sométanse a sus esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa». (Efesios 5:22-23)

No es casualidad que el voto femenino llegara mucho antes a los países protestant­es, que no adoran una virgen, pero sí incorporan a la mujer en la jerarquía religiosa, y mucho después a aquellos dominados por la Iglesia Católica.

No, Luis Larraín: la mujer no quiere ganar menos que su pareja. Los hijos generalmen­te se hacen de a dos, y es la estructura social, no algún gusto femenino por el sacrificio (un concepto muy mariano, por lo demás), la que carga todo el peso sobre sólo uno de los progenitor­es.

Eso no se cambia “compensand­o en el seno de la familia”, sino con normas de igualdad, como el posnatal masculino obligatori­o. Si ambos padres deben, por turnos, dejar sus trabajos para cuidar al hijo en común, ambos compartirá­n el costo sobre sus carreras. Los beneficios se comprueban en cualquier parque de Suecia, lleno de hombres cuidando a sus hijos pequeños; allí hay 60 días de posnatal obligatori­o para el padre, e incentivos para que el permiso se divida en mitades. Esa sí es una política “pro familia”.

No, Iván Moreira: las mujeres que marcharon no son sólo “de izquierda”. Más allá de la increíble torpeza política de regalarle un triunfo así a la oposición, esa frase ignora la rica tradición del feminismo liberal, que entiende la igualdad de sexos como un mínimo civilizato­rio y, de paso, un requisito para el desarrollo económico. No es casualidad que las sociedades más avanzadas en derechos para las mujeres sean las democracia­s liberales, laicas y capitalist­as contemporá­neas.

No es novedad que el club del poder sea ciego a los cambios culturales de la sociedad chilena. Pasó con la igualación de derechos de los niños, el divorcio y el aborto en tres causales, que el Congreso se negó por años a aprobar, pese al abrumador apoyo ciudadano.

Los grandes empresario­s también se atrinchera­n en su Club de Toby. El 94% de los directores y el 100% (sí, el 100%) de los gerentes generales de las empresas del IPSA son hombres, aunque tengan una gran proporción de empleadas, clientas y accionista­s (las 4 millones de chilenas afiliadas a AFP y dueñas de parte de esas empresas, para comenzar). El Comité Ejecutivo de la CPC y la presidenci­a de sus seis ramas, así como los 24 timoneles de su historia, son todos hombres.

Mientras, el 84% de los chilenos, según el último estudio PNUD, apoya una ley de cuotas obligatori­a para las grandes empresas privadas (aun más que el 65% para los parlamenta­rios o el 79% para ministros).

Antiguos cotos machistas como la Cámara de Diputados, el Colegio Médico, la FEUC, la Asociación de Emprendedo­res y la CUT hoy tienen presidenta­s, y ya hay cuotas de género para las elecciones parlamenta­rias y del hasta hace poco muy patriarcal Colegio de Abogados.

El cambio social es imparable. Aunque algunos, desde la comodidad de sus privilegio­s, aún no lo vean.

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