Inutilidad evaluativa
Hace muchos años discutía con un amigo acerca de si a una persona que creía en algo demostrarle con argumentos que no era así, ésta cambiaría de creencias. Ingenuamente, yo sostenía que sí, pues se allanaría a los argumentos. Mi amigo, más escéptico, sostenía que no, porque finalmente las creencias están basadas en sentimientos que los argumentos difícilmente pueden someter (aunque en algunos casos la honestidad ayuda a este propósito). Ciertamente, creo que mi amigo estaba en lo correcto, después de todo no solo argumentaba, sino que aludía a la experiencia.
Algo semejante sucede con la evaluación del primer año de gobierno, con algunas salvedades, por lo pronto, que las evaluaciones de quienes evalúan están mediadas por sus intereses. Los distintos artículos al respecto son elocuentes.
Pero existen otras salvedades, por lo pronto, los “fake news” que, canalizadas por las “redes sociales”, abundan y minan las bases de cualquier argumento honesto; el insulto que sustituye la argumentación racional por la agresión emocional; los argumentos descalificatorios a la persona del contrincante (ad hominem) y no a sus ideas que es la mejor forma de “ganar” mediáticamente una discusión; por último, el que se confunde honestidad con irresponsabilidad, solo basta mencionar las declaraciones de los parlamentarios de oposición respecto del tema de los medidores, que fue aprobada y desarrollada por el gobierno que apoyaron: “No lo advertí”; “nos pasaron gato por liebre”; “no me di cuenta”; “hay que hacer un mea culpa”, etc.
Entonces, ¿sería un ejercicio inútil toda evaluación? Un ejercicio antiguo para superar el pesimismo, consiste en mirar los hechos. Advirtamos que para muchos los hechos no son tales sino las miradas de cada uno a partir de las cuales construimos creencias. Pero supongamos que existe la posibilidad que llamemos rojo al azul y azul al rojo, aunque con matices. En este contexto, dos hechos interesantes parecen claros, primero, que la oposición careció de propuesta y más bien fue reactiva al acontecimientos semanales. Su falta de propuesta se expresó en la búsqueda persistente de los errores del gobierno, para así construir un discurso de desconfianza hacia éste, pero también para justificar cualquier acercamiento y entendimientos con el Ejecutivo. De hecho, cuando algunos tuvieron acercamientos, terminaron siendo presa de las críticas de sus socios, lo que los obligó a volver al redil. Los casos de Boric y la DC son elocuentes, en ambos casos se retomó el camino de crítica al gobierno.
Y el segundo hecho son los logros del PC. Por lo pronto, evitaron la condena al gobierno de Maduro en el Congreso y que el nuevo presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara sea el diputado PC Daniel Núñez, lo que es clave en un año en que uno de los temas centrales será la reforma tributaria.