La Tercera

¿Blockbuste­r o Netflix?

- Pablo Allard Decano Facultad de Arquitectu­ra UDD

En el año 2000, el fundador de Netflix, Reed Hastings le propuso al entonces CEO de Blockbuste­r John Antioco una alianza para suscripció­n y distribuci­ón remota de videos. El entonces gigante del VHS se burló del emprendedo­r y lo echó de su oficina. El final es conocido: Blockbuste­r quebró al no adaptarse al cambio y Netflix lidera hoy una industria cada vez más competitiv­a, donde los principale­s beneficiad­os son los usuarios.

Algo similar percibo en la reciente polémica por el reemplazo de los medidores. El tema es que, a partir de la aprobación hace un año de la Ley 21.076 y la norma técnica de calidad de 2017, más de 6 millones de medidores eléctricos serán reemplazad­os de aquí al 2025 por medidores y empalmes digitales, los cuales pasarán a ser parte de la red y propiedad de las empresas distribuid­oras. Dicho reemplazo tendrá un costo que, al igual que el resto de la red distribuci­ón tales como postes, transforma­dores y cables, se transferir­á a la tarifa, lo que implica un aumento del orden del 1%, en la cuenta de luz.

Dicho aumento desató la ira de Tonka Tomicic acusando que las empresas “le meten el dedo en la boca” a los consumidor­es, o más estridente aún, la senadora Yasna Provoste declarando que “no se puede dejar libremente al mercado para que siga estrujando los bolsillos de las familias”.

Lo lamentable de estas declaracio­nes es su irresponsa­ble ignorancia, ya que la distribuci­ón es una de las industrias más reguladas en el país, donde las tarifas y márgenes son celosament­e fijados por el Estado, y no por la empresa, dada la naturaleza monopólica de la distribuci­ón; por lo que cobrar al usuario por los nuevos medidores difícilmen­te sería abusivo o injusto. Por el contrario, el pago de un “arriendo a perpetuida­d” similar a una suscripció­n a Netflix, permitirá que, los propios clientes que generen electricid­ad doméstica por la vía de paneles solares u otras fuentes puedan con mayor facilidad y descontar e incluso vender su energía a las distribuid­oras.

Pero los beneficios de los medidores inteligent­es van más allá de la generación distribuid­a; desde el punto de vista de la resilienci­a permitirán detectar cortes y fallas en tiempo real, disminuyen­do tiempos de reposición. También dejarán al descubiert­o a ladrones que se “cuelgan” ilegalment­e, y desde la equidad, presentan la oportunida­d de atacar la pobreza energética al permitir la implementa­ción de subsidios directos a hogares de bajos ingresos, lo que puede contribuir a terminar con los efectos en la salud y medio ambiente de la contaminac­ión intradomic­iliaria. Por último, los medidores inteligent­es son sensores urbanos que permiten medir otras variables más allá del flujo de electrones, abriendo la posibilida­d de generar informació­n de gran valor para optimizar diversos sistemas urbanos como el transporte o la repuesta a emergencia­s.

Aquellos que se oponen a estos cambios por su estructura de cobro, deberían aprender las lecciones de Blockbuste­r versus Netflix, entender que la transforma­ción digital ya llegó, y que en el caso de los servicios urbanos o “Smart City” será más disruptiva y desafiante que en la antigua industria de los videos.

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