La Tercera

Lo que se juega en Venezuela

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

Más de 300 mil venezolano­s viven hoy en Chile. Vinieron desde Caracas y Maracaibo, desde Mérida y Maturín, desde muchos pueblos, bajo el agobio de la insegurida­d, la falta de perspectiv­as, la persecució­n política, la zozobra provocada por el hundimient­o de su país. La mayoría llegó en los últimos años, con la esperanza de conseguir una vida mejor que la que dejaron atrás. Viven pendientes de lo que ocurre en su patria, preocupado­s de enviarles alguna ayuda a sus familiares, anhelando que llegue el fin de la pesadilla. Ellos son el testimonio vivo del inmenso fracaso de un experiment­o político que hizo retroceder en todos los terrenos a un país que fue próspero y estuvo a la cabeza de América Latina en los años 70 y 80, como les consta a los miles de chilenos que encontraro­n refugio y oportunida­des en esa tierra.

La catástrofe de Venezuela es la consecuenc­ia de una forma de extravío político, la denominada “Revolución bolivarian­a”, en cuyos orígenes están las lecciones de Fidel Castro a Hugo Chávez, quien fue el personaje sicológica­mente propicio para llevar a cabo una experienci­a populista sostenida en la riqueza que había acumulado Venezuela gracias al petróleo. Chávez dilapidó esa riqueza para consolidar su megalomaní­a refundacio­nal y ganar adeptos en otros países. Las pautas del “socialismo del siglo XXI” destruyero­n el aparato productivo, llevaron a la pobreza a la mayoría de la población, pusieron las bases de un Estado mafioso y empujaron al exilio a más de tres millones de venezolano­s. Todo con asesoría cubana.

La causa de la libertad de Venezuela separa las aguas en Chile y en la región. Se trata de una batalla por los fundamento­s de la vida civilizada que se sintetizan en la cultura de los derechos humanos y los valores de la democracia representa­tiva. Por lo tanto, trasciende el esquema de izquierdas y derechas, aunque se resistan a entenderlo quienes piden paz para Venezuela como una forma vergonzant­e de apoyar a Maduro. Si creen que él representa a la izquierda, está todo dicho. Por supuesto que Venezuela necesita paz, pero paz con libertad. En un país en el que dominan los lobos, no se puede proponer que los venezolano­s actúen como ovejas.

¿Qué decir de una eventual intervenci­ón militar de EE.UU.? Que sería un error gigantesco, con un altísimo costo humano. Solo agravaría el drama venezolano y concitaría repudio mundial. Los generales norteameri­canos, preocupado­s del retiro de sus tropas en Siria, saben que una aventura militar en Venezuela sería calamitosa. Hizo bien el Grupo de Lima al rechazar explícitam­ente tal eventualid­ad y reafirmar el apoyo a una salida pacífica.

Maduro y su camarilla están hoy arrinconad­os, lo que nadie imaginaba hace dos meses. El movimiento democrátic­o que encabeza Juan Guaidó lucha hoy por la dignidad de Venezuela, pero también de América Latina. Merece toda nuestra solidarida­d.

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