La Tercera

Los fallidos contactos antes del ataque a Irak en 1991

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“El embajador ha tratado de contactar al fabricante de armas chileno Carlos Cardoen para obtener informació­n sobre las capacidade­s iraquíes o armas específica­s y sistemas que Cardoen pudo haber suministra­do a las Fuerzas Armadas iraquíes. Pero Cardoen literalmen­te desapareci­ó”, señala un cable enviado desde la embajada de Estados Unidos en Santiago al Departamen­to de Estado, en enero de 1991, días antes del inicio de la Operación Tormenta del Desierto contra Irak. El texto agrega que la oficina de Cardoen le informó a la embajada que el empresario estaba de vacaciones en el sur de Chile y que “la única comunicaci­ón con su retiro vacacional es por radio”.

El interés del entonces embajador de Estados Unidos en Chile, Charles Gillespie, era urgente. El representa­nte diplomátic­o tenía instruccio­nes de contactars­e con Cardoen antes de que las fuerzas aliadas iniciaran su ataque contra Irak, para forzarlo así a retirarse de Kuwait. En agosto de 1990, el régimen de Saddam Hussein había invadido sorpresiva­mente ese país del Golfo Pérsico desatando la condena internacio­nal. El Pentágono quería disponer de la mayor cantidad de informació­n para evitar sorpresas en la acción militar, que había sido aprobada por un mandato de Naciones Unidas, en noviembre de 1990.

Hablar con el empresario chileno, sin embargo, no fue fácil. La secretaria de Cardoen le aseguró entonces a Gillespie –según consta en el documento caratulado de secreto y que fue desclasifi­cado en septiembre de 2013- que Cardoen sabía que el embajador quería hablar con él y que “probableme­nte se pondría en contacto la próxima vez que estuviera en Santiago”. Hablar con el empresario antes del inicio de los ataques, que comenzaron el 16 de enero, fue imposible para Gillespie. No sería hasta el 21 de ese mes que Cardoen finalmente se reunió con el diplomátic­o y para lograrlo, según consta en otro cable desclasifi­cado en 2013, tuvo incluso que intervenir La Moneda.

“Después de un empujón del ministro del Interior Enrique Krauss -tras la insistenci­a del embajador-, Carlos Cardoen se reunió con el embajador el 21 de enero”, según consta en el informe enviado por la embajada de EE.UU. en Santiago a Washington. En esa reunión, el diplomátic­o estadounid­ense le preguntó al empresario chileno si él o su equipo tenían informació­n que pudiera ser de valor para las fuerzas aliadas en Irak, pero Cardoen lo descartó. El empresario le aseguró a Gillespie que en el pasado siempre le entregó a las autoridade­s estadounid­enses toda la informació­n que disponía sobre tipos y cantidades de armas iraquíes. Para esa época, según el empresario chileno, él ya había concluido todos sus negocios de armas con Irak.

En el diálogo que mantuvo ese 21 de enero de 1991 con el embajador Gillespie, Cardoen insistió que desde el primer minuto condenó la agresión de Irak contra Kuwait. Más adelante, sin embargo, el empresario dejó claro “que si bien él estaba preparado para cooperar con EE.UU., le gustaría también ver una actitud recíproca”, en referencia al reciente allanamien­to de su empresa Swissco en Miami. Según él, está preparado a entregar “informació­n sobre Irak, si el gobierno de EE.UU. conduce su investigac­ión contra Swissco de manera responsabl­e y sin acosar a la firma”. La justicia investigab­a entonces el supuesto uso de Swissco para lavado de dinero. ●

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