“Conviene observarlo de cerca”
El encuentro mantenido en enero de 1991 entre el embajador de Estados Unidos en Chile, Charles Gillespie, y Carlos Cardoen, no fue la primera conversación entre ambos desde que el 2 de agosto de 1990 Irak invadió Kuwait, en la antesala de la Guerra del Golfo. Según consta en otro documento desclasificado de la embajada de EE.UU., fechado en agosto de 1990, tres días después de la invasión, el propio empresario chileno llamó al embajador para expresarle su inquietud por lo sucedido, aclarándole que “su relación de suministro de armas al régimen de Saddam Hussein había acabado con la excepción de una limitada participación en la producción de fuselaje de bombas”.
Durante la conversación, Cardoen precisó, eso sí, que aún tenía a cerca de 100 personas trabajando en un campo en las afueras de Bagdad, aunque “en proyectos civiles, principalmente tuberías y accesorios para baños”. Durante ese mismo diálogo, abordó lo que sería uno de sus proyectos más polémicos, la adaptación de un helicóptero estadounidense, que años más tarde fue confiscado por EE.UU. Washington estaba preocupado que el empresario chileno le terminara vendiendo el aparato a Irak. Por ello, durante el diálogo, el embajador le “dejó claro que continuar con su asistencia militar a Irak no sería bien visto en Washington”. Y agregó que la contratación del general (r) Richard Secord de la Fuerza Aérea como su “asesor técnico” en el proyecto “no lo ayudaría en nada con el gobierno de EE.UU.”.
En el cierre del informe, firmado por Gillespie, el embajador asegura que el empresario “es tan astuto como son en Chile y está intentando por todos los medios lograr quedar bien con nosotros”. “Está genuinamente interesado en limpiarse del tema de Irak, que le ha permitido hacerse de un montón de dinero. Sin embargo, ahora es un genio de las relaciones públicas”. “En todo caso sigue siendo un actor importante y conviene observarlo de cerca”, concluye el embajador. ●