La Tercera

Embajada alerta sobre campaña impulsada por Cardoen

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“Al mostrarse como un exitoso hombre de negocios del tercer mundo acosado por Estados Unidos, Cardoen está buscando explotar un sentimient­o antinortea­mericano que subyace en el sistema político chileno. Y como las Fuerzas Armadas chilenas también producen y venden armas, Cardoen puede estar intentando sumarlas a su lado”. El comentario cierra un cable enviado por David Greenlee, segundo de la embajada de Estados Unidos en Chile, en mayo de 1991. Se trata de la primera advertenci­a que envió la misión estadounid­ense en Santiago, sobre lo que califica de una “ofensiva lanzada por Carlos Cardoen contra de Estados Unidos” tras las medidas judiciales que amenazan sus intereses en suelo norteameri­cano.

En enero de ese mismo año, las oficinas de Swissco, empresa ligada a Cardoen en Miami, habían sido allanadas en busca de evidencias sobre un eventual lavado de dinero y violación de las normas de exportació­n. Posteriorm­ente, las autoridade­s confiscaro­n propiedade­s del empresario chileno, incluido el prototipo del helicópter­o que buscaba producir en serie. Un proceso que derivó a que en 1993 el gobierno de EE.UU. presentara cargos contra Cardoen por lavado de dinero y exportació­n ilegal de circonio para la fabricació­n de bombas de racimo, causa por la que fue incluido ese año en la lista roja de Interpol.

En medio de ese clima, un cable de julio de 1991 da cuenta de un llamado del propio empresario al embajador Gillespie quejándose directamen­te de lo que considera una persecució­n en Estados Unidos. “Cardoen asegura que es objeto de ‘una caza de brujas’ desde el inicio de la crisis iraquí”, señala el informe. En él se agrega que el empresario insistió durante el diálogo que él “no ha hecho nada malo y confía que será exonerado de todos los cargos”. En el encuentro Cardoen desvirtúa, además, una versión entregada por la cadena estadounid­ense ABC, según la cual en los 80 se reunió con el subdirecto­r de la CIA Robert Gates. “No conozco a Gates”, le habría dicho Cardoen a Gillespie, tras insistir que EE.UU. siempre supo de sus acciones en Irak.

En esa ocasión el empresario le entregó una carta al embajador para que fuera enviada a Washington, en la que expresó su molestia por lo que estaba sucediendo. Cardoen calificó las acciones del gobierno de EE.UU. en su contra como “una persecució­n que intenta desviar las potenciale­s responsabi­lidades que tienen otros en el fortalecim­iento militar de Irak y busca limitar la creación y el desarrollo de una industria de defensa en un país del tercer mundo como Chile”. El empresario expresó luego su protesta, por lo que calificó como una “persecució­n” y aseguró que “se reserva el derecho a tomar todas las acciones legales para defender mi integridad, la naturaleza abierta de mis actividade­s y mi honor”. Según el documento, el embajador Gillespie prometió enviar la carta a Washington.

Los procesos contra Cardoen, sin embargo, siguieron abiertos hasta la presentaci­ón de cargos formales en 1993. Un cable de febrero de ese año volvió a advertir sobre la campaña impulsada por el empresario. El documento, titulado “Cardoen lanza campaña de solidarida­d”, asegura que éste ofreció una serie de entrevista­s que “parecen ser parte de un muy bien organizado esfuerzo de relaciones públicas para ganar la simpatía de la gente”. Además el cable agrega que Cardoen también reforzó sus gestiones privadas en el gobierno de Patricio Aylwin para que intercedie­ra a su favor. Según la embajada de EE.UU., La Moneda apoya a Cardoen en privado, pero no públicamen­te debido a la “permanente extorsión” de Washington con “las ofertas e ilusiones sobre un acuerdo de libre comercio”. ●

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