Violencia política
Después de casi tres décadas desde que el FPMR asesinara cobardemente a Jaime Guzmán, el primer día de abril de 1991, y aunque en nuestro país se han realizado numerosos y transversales esfuerzos por condenar sin ambages la violencia política, es tan lamentable como preocupante reconocer que este fenómeno ha vuelto a proliferar.
Esta preocupación se fundamenta en una serie de acontecimientos en que una fracción de la izquierda, aquella emergente y supuestamente renovada, ha demostrado vulnerar los principios básicos de la democracia, volviendo a utilizar un lenguaje agresivo y validando la violencia como herramienta política.
Si tomamos como ejemplo solo el año 2018, encontramos las “funas” al excandidato presidencial José Antonio Kast en diferentes universidades; la agresión contra patrimonios públicos y religiosos en las marchas y tomas feministas; los ataques de los llamados “overoles blancos”, y la agresión al presidente del Tribunal Constitucional. Y, sobre todo, la extrema izquierda, una vez más, volvió a expresar su odio contra la figura de Jaime Guzmán.
A inicios de 2018, el diputado Boric se reunió con un grupo de personas que se manifestaban a favor de Mauricio Hernández Norambuena, condenado como autor material del asesinato de Guzmán. En junio pasado, la diputada Marcela Hernando presentó un proyecto que buscaba suprimir el nombre de Jaime Guzmán de los sitios públicos, como calles y avenidas. Durante agosto, los diputados Boric y Orsini se reunieron con Ricardo Palma Salamanca, autor material del asesinato del senador Guzmán, condenado y fugado desde la cárcel de Alta Seguridad en 1996. En septiembre, una turba de jóvenes atacó la tumba del senador en el Cementerio General. En diciembre, conocimos un video en el cual el diputado Boric, luego de una entrevista, recibía una polera con el rostro de Jaime baleado, a lo cual reaccionó con sonrisas y aceptación. En enero de este año, la diputada Santibáñez ofendió brutalmente su figura en una intervención realizada en la celebración de la Fiesta de los Abrazos del Partido Comunista.
En un contexto social en que somos invadidos con información por diferentes medios y en que la influencia de ésta puede naturalizar invisiblemente un fenómeno, el riesgo de asimilar inconscientemente la violencia política como una conducta aceptable es alto. Por eso, la sociedad chilena y las autoridades deben tomar como una alerta el hecho que algunos actores, pública y solapadamente, avalen la violencia política, haciendo apología de quienes cometieron terribles crímenes, como el que sufrió el senador Jaime Guzmán. La gravedad más evidente de esta situación es que prácticamente todos sus asesinos no han cumplido condena; más aún, han sido protegidos.