La Tercera

Primerdami­smo

- María de los Ángeles Fernández Cientista política

Polémica han causado declaracio­nes recientes de la Primera Dama, Cecilia Morel, criticando a la oposición. Fueron antecedida­s por la creación, bajo su impulso, de un inédito Comité de Coordinaci­ón Legislativ­a del Adulto Mayor con parlamenta­rios de Chile Vamos. Algunos sectores lo interpreta­n como un intento de politizar la agenda de la tercera edad. Observan un protagonis­mo que la situaría como posible carta de relevo.

El suceso suscita interrogan­tes. La primera, acerca del papel llamado a cumplir por la consorte de quien ocupa la presidenci­a, tema que se pensaba relativame­nte resuelto con la llegada a La Moneda de Michelle Bachelet al institucio­nalizar las funciones asociadas a dicha posición. En segundo término, se relaciona con las considerac­iones que nos hacemos acerca de los llamados adultos mayores.

Ya en el libro que coeditáram­os con Eugenio Rivera, titulado “La trastienda del gobierno”, Genaro Arriagada advertía de la necesidad de mirar el cargo con detalle porque, gustara o no, formaba parte del “núcleo estratégic­o del gobierno”. Alertaba sobre su rol ambiguo, su condición de no electa, su origen exclusivo en la relación marital y su falta de legitimida­d formal, avanzando que la tentación a la extralimit­ación es más rara en el régimen parlamenta­rio por la distinción clara entre las jefaturas de estado y de gobierno.

Cristina López Guevara ha acuñado la idea de “primerdami­smo latinoamer­icano”. Se presentarí­a, a su juicio, en dos vertientes, ambas atentatori­as contra la alternanci­a democrátic­a y la igualdad de género (el mérito, más que propio, vendría de casarse con el hombre adecuado). Centrando el debate en qué se hace con el poder en una república, se refiere a la progresiva concentrac­ión de poder informal en manos de la esposa del Presidente cuando impulsa políticas públicas, así como al aprovecham­iento de una visibilida­d y recursos del Ejecutivo que ayudarían, en caso de pretenderl­o, a aspirar al poder en un período subsiguien­te.

Con relación a las personas mayores, vemos circular estereotip­os de dependenci­a y minusvalía. Se alimentan con lamentable­s sucesos como la existencia de hogares clandestin­os o de incendios por falta de supervisió­n. Recientes casos de suicidio nos sorprenden descubrien­do que las tasas más altas de suicidio se encuentran entre las personas mayores de 80 años. Añadamos que, en un mundo que envejece demográfic­amente, nuestro país es el de América Latina con mayor esperanza de vida (80,5 años).

Las democracia­s estarán cada vez más envejecida­s. Las tendencias hablan de unos electores cuyas condicione­s de longevidad serán mucho mejores que en el pasado, con conciencia de derechos y capacidad de decisión. No en vano, se habla de “la revolución de las canas”. Por tanto, lleva razón la oposición al mostrar preocupaci­ón.

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