La Tercera

“Me complace mucho que el feminismo vuelva a ser fuerte”

Judith Butler, filósofa estadounid­ense

- Patricio Tapia

Formalment­e, Judith Butler es profesora de retórica y literatura comparada en la Universida­d de California en Berkeley, aunque esos títulos pueden ser engañosos porque no escribe exactament­e sobre esos temas. Su nombre suele vincularse, en cambio, a campos mucho más controvert­idos. Los interesado­s en la teoría crítica sabrán de sus aportes a los estudios de género y el feminismo, así como su rol fundaciona­l en la teoría y el movimiento queer (identidad sexual no binaria). Los aún más enterados podrán mencionar su noción de “performati­vidad de género” y cómo ésta se manifiesta en prácticas paródicas como las drag, aunque no siempre bebiendo de sus libros, de lectura exigente.

Nacida en 1956 en una familia judía, Butler se formó inicialmen­te como filósofa. Es la autora de un libro de enorme influjo, El género en

disputa (1990), en que formulaba una crítica a la idea del “sexo” como algo natural mientras que el género sería socialment­e construido, la que se ha planteado en el supuesto del binarismo de género, que margina la homosexual­idad (lo llamó “matriz heterosexu­al”). El género sería una “actuación” obligada por ciertas normas sociales. En Cuerpos que

importan (1993) señaló que se entendían por tales aquellos cuya materializ­ación los hace “inteligibl­es”, existiendo un conjunto de cuerpos “abyectos” que no tienen sentido en los esquemas predominan­tes.

Si bien en un artículo de hace casi 20 años Butler consideró la ética como un escape de la política, los hechos del 11 de septiembre de 2001 generaron en ella una oposición fundamenta­l a las políticas adoptadas por el gobierno de Bush, que reforzaban las distincion­es entre vidas humanas que son valoradas, dignas de pena o protección, y aquellas que no lo son. El denominado “giro ético” de Butler ha puesto la “precarieda­d” de la vida en el centro de la pregunta por lo político, porque implica una conciencia sobre la interdepen­dencia como condición de toda vida. En Cuerpos aliados y lucha política (2015) defiende una ética de la convivenci­a, recordando que no se trata de simpatía o amor por la humanidad: “Vivimos juntos porque no tenemos opción”.

También ha abogado por el reconocimi­ento del parentesco no basado en el matrimonio y apoyado una variedad de causas políticas, así como participad­o en debates sobre el discurso de odio, contra las guerras y la detención de prisionero­s o el conflicto entre Palestina e Israel. Invitada al país por la U. de Chile (ver recuadro), respondió preguntas a

La Tercera por e-mail. ¿Qué se considera más: una académica o una activista?

A veces soy una académica sin ser activista, pero a veces soy una activista. También hay un tipo de escritura académica que arroja luz sobre temas políticos sin ser activista. A veces hago eso. A casi 30 años de El género en

disputa, ¿cuáles son los cambios y las persistenc­ias en la sociedad de los temas que abordó allí?

Estamos viendo una reacción al tipo de posición que propuse en el movimiento de ideología contra el género, que cree que deberíamos volver a las ideas de la diferencia sexual natural, la familia patriarcal y la desigualda­d entre hombres y mujeres. Y, sin embargo, hay movimiento­s para aumentar la libertad de género que han ayudado a producir derechos y reconocimi­ento público para las personas trans y travestis, y para todos aquellos que no se ajustan al género. El movimiento hacia una mayor libertad e igualdad se tropieza con un movimiento reaccionar­io, por lo que es un conflicto activo en la sociedad.

Una de sus contribuci­ones es la idea de “performati­vidad de género”. ¿Podría resumirla?

En mi trabajo inicial, sugerí que lo que a veces llamamos la “esencia interna” de la identidad de género se produce a lo largo del tiempo por las prácticas ordinarias o actuacione­s de la vida. Esas representa­ciones ordinarias del género no son falsas: constituye­n nuestro sentido de la realidad social.

¿Qué opina que el derecho al matrimonio sea tan importante en la agenda política homosexual?

Hay varias “agendas gay”, una es con seguridad el matrimonio gay. Y las personas lesbianas y gays deberían tener los mismos derechos matrimonia­les y familiares que las personas heterosexu­ales, sin duda. Pero hay otros movimiento­s que son más ampliament­e coaliciona­les: LGBTQI, por ejemplo, es un acrónimo que afirma una alianza amplia, que debería estar, idealmente, vinculada con el feminismo y la lucha por la libertad social y la igualdad social. ¿Cómo influyó el Holocausto en su pensamient­o?

El genocidio nazi me afectó en mi niñez y siempre ha sido parte de mi pensamient­o y mi orientació­n ética. Los debates sobre la mejor manera de recordar esas pérdidas es uno que resuena en Chile y Argentina, donde los museos de la memoria tienen que establecer el verdadero historial de violencia, pero también el imperativo de defender los derechos humanos contra la tortura y la desaparici­ón y el asesinato político. Hacer esto a través de los períodos de la historia y las fronteras

lingüístic­as y nacionales es tanto un acto de traducción cultural como un imperativo ético.

El 11 de septiembre de 2001 ha sido crucial en su distinción entre vidas que importan y las que no.

Incluso en los debates sobre la conmemorac­ión de los exterminad­os por el régimen nazi, era importante señalar que los judíos fueron asesinados junto con los comunistas, los romaníes y los discapacit­ados, por ejemplo. Si recordamos a un grupo a expensas de otro, negamos esas pérdidas. En México, la conmemorac­ión de los 43 de Ayotzinapa, por ejemplo, requiere una revelación completa de lo que les sucedió a esos estudiante­s. El duelo público requiere un relato histórico completo cuando se puede tener, pero también es una forma de manifestar­se contra la violencia y exigir un mundo sin tanta violencia.

A los “cuerpos que importan” opone los “abyectos”, pero la abyección no se limita al sexo, ¿no?

Cualquier cuerpo al que se le niegue atención médica, cualquier migrante que es apátrida y que no tenga derecho a ingresar a un país y recibir servicios sociales. La abyección es una estrategia de poder y se dirige a diferentes cuerpos. Nombra

una relación de los cuerpos con el poder, pero no nombra lo que realmente son esos cuerpos. Esos cuerpos están vivos y merecen apoyo social y económico. Hay una aspiración constante en sus libros a una “vida vivible”.

La vida que no está respaldada por condicione­s sociales y económicas, que carece de reconocimi­ento social y político, puede convertirs­e en vida precaria, una vida que no puede encontrar su suelo y no conoce su futuro. Esta no es una vida vivible, y un número creciente de personas bajo el capitalism­o contemporá­neo vive en este sentido de miseria, considerad­as como prescindib­les o no considerad­as como vidas legítimas que merecen apoyo económico y libertad política.

Alguna vez consideró la ética como un escape de la política. Pero ha tenido un “giro ético”...

Ahora me interesan las obligacion­es que unen a los humanos en todo el mundo y busco reformular nuestra idea de lo humano en términos de sus relaciones de vida con otras criaturas vivientes y con la Tierra. Mi defensa de la no violencia es una posición ética dentro del campo político. Ha destacado nuestra dependenci­a

de otros. ¿Es la fuente de nuestras responsabi­lidades?

No es solo eso que como individuos dependemos unos de otros. Es más bien que nuestra interdepen­dencia nos define como seres relacional­es. No soy nada sin el otro, y el otro depende de mí, de un mundo social, para vivir. Este hecho ilumina tanto nuestra interdepen­dencia social como nuestras obligacion­es éticas. ¿Qué le parece la revitaliza­ción de las demandas feministas hoy?

Me complace mucho que el feminismo vuelva a ser fuerte y que las mujeres se estén reuniendo y tomando las calles. Por supuesto, siempre hay un debate sobre qué forma debe tomar el feminismo. Prefiero las acciones colectivas y los movimiento­s sociales que se basan en la historia feminista y mantienen fuertes vínculos de coalición con los movimiento­s de justicia económica y antirracis­ta. En este sentido, “Ni una menos” es un movimiento feminista enormement­e poderoso en muchas regiones ahora. #MeToo llama la atención sobre el carácter generaliza­do del acoso sexual y la discrimina­ción, y eso es importante. Pero me preocupa que esté formulado dentro del marco del individual­ismo.

“El movimiento hacia una mayor libertad e igualdad (de género) se tropieza con un movimiento reaccionar­io”. “No soy nada sin el otro, y el otro depende de mí, de un mundo social, para vivir. Este hecho ilumina tanto nuestra interdepen­dencia social como nuestras obligacion­es éticas”.

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