La Tercera

TIEMPO DE JUSTICIA, TIEMPO DE CUIDADO

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SEÑOR DIRECTOR

Hemos sido testigos de una evolución que nos llena de esperanza en la última década. Sobre todo, desde la suma urgencia conferida por el Ejecutivo al proyecto de ley por la imprescrip­tibilidad del abuso sexual infantil (ASI) en mayo de 2018, hasta la votación unánime del Senado el pasado miércoles, inolvidabl­e.

Estamos cada día más cerca de la promulgaci­ón de esta ley –solo falta su trámite en la Cámara-, que nace de un esfuerzo colectivo y de la mayor transversa­lidad. Ojalá todos podamos hablar en presente y hacia el futuro de “nuestra ley” (se necesita de toda una aldea, todo un pueblo).

La prescripci­ón, hasta ahora, permite la denuncia ante la justicia a partir de la mayoría de edad y por un máximo de cinco a 10 años. Un tiempo insuficien­te, que abandona a las víctimas en tanto favorece a los abusadores y a la impunidad, lesionando la confianza en nuestras leyes y en la capacidad, como sociedad, de proteger a los más indefensos. El sentido fundamenta­l de la ley aprobada en su primer trámite es terminar con la impunidad, reconocien­do derecho al tiempo para denunciar a quienes, debido a su corta edad, ni siquiera podían entenderse como víctimas al momento de sufrir los abusos.

Las voluntades que se expresan hoy son de respeto y rectificac­ión, de exigencia de responsabi­lidad a victimario­s y encubridor­es, de cumplimien­to del deber de investigar y establecer la verdad en nuestros tribunales, y de una respuesta social más contundent­e frente al ASI. En este sentido, valoramos del gobierno su disposició­n frente a la propuesta de una comisión de reparación, y de un plan nacional de prevención en institucio­nes educativas.

Lo inimaginab­le hace una década, hoy es posible. Y podemos aspirar a más; más humanidad, más coherencia. Si hemos resuelto que los delitos de ASI no pueden prescribir, es razonable preguntars­e por qué habría de ser diferente el daño y el crimen perpetrado hace treinta años, de aquel cometido hace un mes; o qué haría distintas a unas y otras víctimas. Son los mismos cuerpos de niños, niñas; las mismas vidas trasgredid­as. En una sociedad civilizada, podemos esperar que las leyes, con inteligenc­ia y sensibilid­ad, con dedicación, busquen soluciones a desafíos como el que plantea la retroactiv­idad. Nunca será intimidant­e ni destructiv­o explorar caminos que, desde el amor y respeto a la niñez, conduzcan a una mayor justicia y cuidado.

Vinka Jackson

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