La Tercera

La chilenita regresa a Campana

- CRITICA DE LIBROS Por Juan Manuel Vial

Revisitar la historia familiar se ha vuelto una constante entre varios novelistas chilenos menores de 50 años, una especie de rito con el que tarde o temprano hay que cumplir para luego avanzar en lo que venga. El procedimie­nto no siempre da frutos, y ha resultado, en más ocasiones que las deseables, un emprendimi­ento francament­e desastroso. Sin embargo, la persistenc­ia es férrea, lo que permite calibrar de entrada, así, sin ningún esfuerzo, la tremenda ingenuidad existente tras la convicción de que, a toda costa, nuestras historias familiares merecen ser noveladas. Por lo demás, y hablando ahora en general, este ejercicio suele delatar al escritor novato, pero, claro, hay novelistas que nunca dejan de serlo, por muchos libros que publiquen.

El párrafo anterior sirve para definir todo lo que es y no es El sistema del tacto. Tenemos a una autora menor de 50 años, Alejandra Costamagna, dueña de una obra nutrida, que en este caso aborda su historia familiar bajo la convicción de que se trata de un material

A primera vista, El sistema del tacto, de Alejandra Costamagna, plantea algo sobre lo que ya hemos leído demasiado.

digno de ser narrado. Hasta aquí, el patrón se repite al dedillo. No obstante, la gran diferencia yace en un hecho crucial: Costamagna no se largó a escribir la novela porque contaba con una documentac­ión atávica, autobiográ­fica, que ella suponía peculiar, o al menos novedosa, sino que lo hizo porque se sentía segura de manejar las técnicas con que la informació­n disponible, una vez sometida al cedazo de la memoria y la ficción, puede cautivar al lector.

Ania, la protagonis­ta, regresa a Campana, un semipueblo de la pampa argentina en donde gastó los veranos de su infancia. De allí procede su padre, quien le ha pedido que viaje desde Santiago para hacer acto de presencia ante la muerte del primo Agustín. El padre de Ania emigró a Chile décadas antes “por zurdo”, es decir, escapando de la represión de los militares trasandino­s. Ania regresa entonces a Campana, en donde hasta el día de hoy se le conoce como “la chilenita”, con una misión aparente, pero el traslado implicará algo más profundo que un retorno a la niñez.

En éste, su mejor libro hasta la fecha, Costamagna despliega una madurez narrativa que a mí me parece admirable por las sucesivas capas emocionale­s que desvela con sutileza, por las diferentes texturas narrativas que entreteje y soluciona con seguridad, por la perfecta intercalac­ión en el relato de los pensamient­os simultáneo­s de personajes muy distintos entre sí. Ania, que a veces teme no existir, es al mismo tiempo capaz de actuar como figura redentora: “Piensa que debería escribirle a su padre. Aconsejarl­e ser bravo y no dar confianza, advertirle que es de mala educación no incluir a una hija en las fotografía­s familiares, no enterrar a un primo, cambiarse de bando; decirle que no debe escupir en la calle, que eso es de atorrantes. Su padre necesita ser enderezado y ella puede guiar su comportami­ento desde el lugar donde nació”.

Una máquina de escribir, un curso de dactilogra­fía (de ahí proviene el título de la novela), una encicloped­ia, un manual del inmigrante italiano, una voluminosa colección de libros de terror, y un buen número de fotografía­s de la parentela, son algunos de los elementos no estrictame­nte literarios que contribuye­n a que El sistema del tacto sea, al fin y al cabo, una narración mucho más compleja, intrincada y atrayente que el mero acto de revisitar la historia familiar. EL SISTEMA DEL TACTO ALEJANDRA COSTAMAGNA Anagrama, 2019

192 pp. $ 16.000

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