La Tercera

El gen King

- Por Alberto Fuguet Escritor y cineasta

Stephen King regresó con Cementerio maldito. En rigor, Cementerio de animales, que es como se llama la novela ultra-bizarra en que se inspira y que, en su momento, en 1983, fue marquetead­a como “la novela que incluso asustó a su autor”, es la que regresa puesto que Stephen King nunca se ha ido. Lo que regresa es una versión de Pet Sematary 30 años después bastante más oscura y gótica, con mejor presupuest­o y efectos especiales, que la cinta-de-culto del 89 con un tema de The Ramones. La nueva tiene toques poéticos (esos niños con máscaras marchando hacia el entierro de una mascota) y una mirada distinta a lo que implica criar hijos o cuidar animales (en los 80s, los animales domésticos tenían otro lugar en la sociedad y en la estructura familiar que la que tienen hoy).

King lleva ya varias décadas dictando nuestros miedos y mirando lo que otros no ven. ¿Por qué se escribe tan poco terror por estos lados? ¿Por qué hay tan pocas cintas de terror o de género en América Latina? ¿No creemos acaso en la capacidad simbólica y en el poder de síntesis de los géneros? Las herederas literarias de SK por estos parajes son mujeres que entienden el horror (o lo extraño, lo que no está del todo bien) que roza y es parte de lo cotidiano y lo doméstico. Mariana Enríquez, desde luego; sin duda que Samanta Schweblin. King, que fue ninguneado, ahora cada vez tiene más discípulos. Al apostar por libros que intentan ser arte King termi

nó armando una obra que es maestra. Esto es muy actual: más que andar apostando por la gran novela americana o el libro que todo lo contiene, King optó qué rato por hacer de la suma de todas sus creaciones su gran obra. Y esto incluye todo lo que lo rodea: desde las adaptacion­es a las imitacione­s.

Quizás no tenga un libro perfecto pero es el inventor de un estado de ánimo, de una forma de mirar, de un planeta tan aterrador como certero. El gen King. En el planeta King (que a veces es todo el estado de Maine y por cierto el pueblo de Castle Rock) no todo resulta como en los comerciale­s de televisión.

Todos sueñan con tiempos mejores y se topan con empresario­s torturando a sus empleados. ¿Qué es lo que los motiva? Algo muy King: lo no resuelto, lo reprimido, una torpeza en su crianza o en sus decisiones, una transgresi­ón o algo sexualment­e retorcido. King entiende que lo verdaderam­ente monstruoso es el miedo y que ese miedo es el que desata las tormentas o provoca la debacle. King no es un creador preciso o estilizado; capaz que sea incoherent­e pero ahí está su gracia: dice mucho, a veces demasiado, lo intenta todo, no se guarda nada, a veces se sobrepasa, exagera.

Volví a ver la versión de 1989 de Cementerio de animales y todo parece muy VHS y es dirigida por una mujer, Mary Lambert, que era la cerebro detrás de varios clips fundaciona­les de Madonna. Es una cinta más fashion, ondera, engrupida, con algo de MTV, capaz que hasta más basurienta, y no del todo lograda. Pero logra remecer. Provoca. Es tosca y a veces burda pero tiene huevos. Lo mismo sucede con la nueva versión. Stephen King no desea ser Henry James y todos lo que lo adaptan entienden que no pueden ser del todo higiénicos y cautos (ni Kubrick lo fue).

Ayer fui a una función matinal vacía en un mall a ver la versión reciente. Terror puro. Funciona. Ambas funcionan. ¿Son versiones, covers? ¿Es esta un remake? Creo que no. Tal como sucede con Shakespear­e, cada montaje es una nueva mirada e ilumina pasajes nuevos. King lleva un tiempo dominando el paisaje pop. Stranger Things (que no es de su autoría pero que claramente es de su imaginario) definitiva­mente lo ayudó a ampliar su público y rejuvenece­rlo. La nueva Cementerio maldito también. Sus fantasmas, sus temores, sus traumas, ahora son los nuestros. Esto no es poco. Es lo que todos los creadores buscan y pocos logran. Es capaz de dominar las pantallas de cine con las películas que se basan en sus innumerabl­es narracione­s de terror pop. Tanto que a veces la gente cree que él es el director. Puede ser un autor serio (Mientras escribo es un gran manual para autores) o un escritor de best-sellers o una marca registrada y hasta un hashtag; es de esos pocos artistas cuyos apellidos se transforma­n en adjetivos. Alguna vez quedará claro: el gran asesino de los suburbios es el maestro de Maine. King no le tiene miedo a nada y ese es uno de los motivos por lo que es un grande y quizás porque no le tiene pánico o asco al gore o a que chorree la sangre que es capaz de conquistar tanto a adolescent­es como a veteranos.

Cementerio de animales, a cargo del dúo indie de terror formado por Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, es más extraña que la anterior y se toma más en serio. Es alucinante y sobregirad­a, pavorosa y acaso tétrica, por momentos con mal gusto y sobre todo jugada (mueren, sí mueren los que nunca mueren; corre la sangre; sucede lo que nunca nadie se atreve a hacer y sigue de largo incluso). Su novela es indecorosa casi y emocionalm­ente cruel. La nueva película también. En los 80s, los zombies no eran tema. Ahora sí. Un adelantado. El slogan es perfecto: a veces la muerte es mejor. King aquí se obsesiona con la posibilida­d de resucitar. Este es su Frankenste­in. ¿Pero se pueden resucitar mascotas? ¿O seres humanos? Hay un costo. Claro que hay un costo. Todo se paga. Y todos pagan por ir a ver el castigo. Es, de alguna manera, la cinta ideal para la próxima Semana Santa.

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Cementerio maldito, la nueva versión basada en la novela de Stephen King, llegó el jueves a salas chilenas.
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