La Tercera

El regreso soñado de Pinilla

Coquimbo castiga la desidia de Colo Colo y los fulmina del Sánchez Rumoroso con goles de Farfán y el ex ariete de la U. Salas volvió a su tónica liguera y dejó fuera a Paredes y Valdivia con la presión al rival de coartada; pero no hubo tal.

- Juan B. Marchant

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Fueron las imprecisio­nes de Coquimbo, y no la habilidad de sus jugadores ni el planteamie­nto de su técnico, las que mantuviero­n con vida a Colo Colo hasta los 52 minutos. Superiores de principio a fin, los Piratas se impusieron a un cuadro albo desdibujad­o, desordenad­o y hasta ignorante del buen juego que los locales despliegan en su casa. Los goles de Jonathan Benítez y Mauricio Pinilla fueron poco castigo para la desidia colocolina en el Sánchez Rumoroso.

Para Mario Salas la Copa Sudamerica­na fue un evento aislado, una competició­n que escapa a su proyecto futbolísti­co y que requiere resultados inmediatos. De allí la presencia como titulares de Valdivia y Paredes en Ecuador. Acá en Chile, los veteranos siguen sin tener cabida en un equipo que quiere hacer de la presión su marca registrada.

Pero, ¿qué presión? El mediocampo malogró cada pase, cada tenencia de balón, y el trabajo para los pupilos de Patricio Graff se redujo al mínimo. Williams Alarcón y Gabriel Suazo, los llamados a abastecer a Pablo Mouche —el único rescatable en la visita— y al ausente Andés Vilches, firmaron otro partido sin trasra cender como debieran. Quien brilló en la primera parte fue Jean Paul Pineda, que hizo y deshizo con la zaga de Macul.

Salas apostó por una línea de tres con Insaurrald­e, Zaldivia y Barroso, y con Christián Gutiérrez y Campos adelantado­s por los flancos, pero el envite no funcionó. Los laterales padecieron constantem­ente las arremetida­s de Benítez y Rubén Farfán, este último dándose un festín en la segunda mitad. Al extremo derecho no lo detuvo nadie. De sus pies, tras una maravillos­a jugada, nació la apertude la cuenta de Benítez. Incisivo, temerario y descarado, Farfán salió ganador tras cada enfrentami­ento con Insaurrald­e, que nada pudo hacer para ponerle fin a esa masacre.

El segundo tanto era lógico, predecible y merecido. No importó que Valdivia y Paredes ya hubiesen ingresado: la falta de carácter del equipo del Comandante, sumado al aplomo de los coquimbano­s, conjugaron para que el futbolista acaso más inverosími­l, el colmo absoluto para la institució­n blanca, lo anotara: Pinilla.

En su debut con el cuadro nortino, el exazul se elevó tras un centro de John Salas para celebrar con un cabezazo su retorno a las canchas, la victoria ante su eterno rival y, por sobre todo, el repaso futbolísti­co que su nueva casa le propinó a los albos en 90 minutos. Lo gritó sacándose la camiseta, esa costumbre incorregib­le e irresponsa­ble de los futbolista­s, para ganarse al tiempo su primer amarilla. Pero a los Piratas les dio igual. Nada les iba a sacar la alegría.

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 ??  ?? Pinilla grita desaforado, y sacándose antirregla­mentariame­nte la camiseta, su gol, el primero con Coquimbo.
Pinilla grita desaforado, y sacándose antirregla­mentariame­nte la camiseta, su gol, el primero con Coquimbo.
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