La idea de legislar
Es curioso que a la aprobación en general de un proyecto de ley lo llamemos también votación de la “idea” de legislar. Una idea es una representación de la realidad para algunos es la realidad-, una abstracción mediante la cual interpretamos o creamos el mundo. “Pienso luego existo”, anunció Descartes, y nuestra Violeta Parra nos dijo que “el corazón agita su marco cuando miro el fruto del cerebro humano”. Es que las ideas no solo nos hacen existir como dijo el filósofo francés, sino que nos provocan pasiones, esas que nos hacen sentir vivos.
Acertadamente la expresión nos recuerda que la política es –o debiera ser- pasión por las ideas, especialmente por aquellas que permiten configurar una sociedad basada en la idea central de la política: la justicia. Por eso el buen político sabe que su tarea consiste en buscar el mejor equilibrio posible entre la cooperación que se expresa a través del acuerdo y la defensa intransable del núcleo de su ideario, ese núcleo sin el cual renunciaría a las bases sobre las que concibe un orden social justo. A veces no hay acuerdo posible, como nos dio testimonio Churchill cuando se opuso solitaria y tenazmente a la política de apaciguamiento de Chamberlain.
Esta semana debiera votarse la idea de legislar de la reforma tributaria, un proyecto que busca –o debiera buscar- que nuestro sistema tributario estimule la inversión y, de esta forma, generemos las condiciones para que nuestra gran clase media progrese. Cuando el Presidente Piñera prometió tiempos mejores, estaba anunciando precisamente eso: que cada uno tuviera la posibilidad real de cosechar los frutos del propio esfuerzo. Este es un pilar fundamental de una sociedad justa, que el socialismo suplanta por un asistencialismo tan estéril en sus resultados, como alienante en sus medios.
Para que el ideal del progreso basado en la adecuada retribución del esfuerzo sea realidad tiene que existir una sociedad dinámica, que avanza, que crece; para que la redistribución de las rentas alcance a generar la ilusión del bienestar estatista se requiere un sistema tributario marcadamente progresivo y asfixiante de cualquier emprendimiento.
Podemos analizar la votación que viene en clave de analista, argumentar si el Presidente debió reunirse o no con la oposición, alguien pondrá flechas hacia arriba y hacia abajo para marcar quién ganó y quién perdió. A mí no me importa demasiado la votación, me interesa mucho más la “idea” que se apruebe o se rechace; ceder a la presión socialista para ganar una votación en el Congreso sería una derrota. Solo sacar adelante las ideas que ponen al país en marcha tiene sentido; eso es lo único que, en el decir de Violeta, hace que el corazón agite su marco.