La Tercera

Mechones

- Por Daniel Matamala Periodista

Cada viernes a las 9 y media de la mañana, por tres horas, hasta diciembre próximo, Carlos Délano y Carlos Lavín deben asistir a un curso de ética en la Universida­d Adolfo Ibáñez. Esas clases, más una multa, son la condena que purgan los dueños de Penta por evadir 1.714 millones de pesos en impuestos.

Además, claro, de haber inundado de plata negra la política chilena. Pero eso, ya lo sabemos, en Chile es una nimiedad.

Los forzados mechones están molestos. Lavín le dijo a la delegada de Gendarmerí­a que “se siente privado de libertad, ya que no podrá programar ningún tipo de actividad fuera de Santiago o del país por más de una semana mientras se estén impartiend­o las clases”.

Las celebracio­nes en París y los viajes a carreras de caballos en Nueva York que ambos han disfrutado durante su condena tendrán que restringir­se, apenas, de viernes en la tarde a jueves en la noche.

El ex paniaguado de Penta, el senador Iván Moreira, acusó “un linchamien­to” de Délano

y Lavín. Linchamien­to. Porque tener a alguien sentado tres horas estudiando a Kant y Aristótele­s, es equivalent­e a asesinarlo sin derecho a defensa.

Délano “no desea seguir siendo empresario (porque) se ha sido injusto con él”, se lee en los informes de Gendarmerí­a, en los que el “Choclo” vuelve a autodenomi­narse como “una máquina de dar empleo”.

Para una máquina como él, tal vez esta pesada cruz se convierta en un emprendimi­ento. Cuando apruebe su curso podría abrir un instituto especializ­ado en impartir clases de ética.

Basta ojear los diarios de esta semana para comprobar que sobran potenciale­s alumnos.

Délano podría partir matriculan­do al fiscal nacional Jorge Abbot, y al senador PS Juan Pablo Letelier. Según publicó CIPER, Letelier visitó a Abbot para mostrar su preocupaci­ón por las indagacion­es del fiscal Emiliano Arias contra los ministros de la Corte Apelacione­s de Rancagua, por donde el político socialista es senador. De inmediato, el siempre obediente Abbot sacó a Arias de la causa que ahora ha explotado con un incontrola­ble reguero de revelacion­es escandalos­as.

Se sugiere para ellos un curso de separación de los poderes del Estado, con lecturas en profundida­d de Montesquie­u.

Otra línea docente, sobre corrupción en la política, podría convocar a los ejecutivos de Quiborax, Entel, SQM, GTD, Costanera SACI, Ariztía e Inversione­s Santa Macarena quienes, según confesó el lunes Orpis, también le entregaron platas negras. O al intendente Jorge Ulloa, quien, como publicó La Tercera el jueves, recibió 7,6 millones de pesos de las pesqueras de Asipes, además de pagos a una exasesora y a una empresa de transporte­s fundada por él. Mientras se discutía la ley de pesca, Ulloa llevaba como “asesores” al Congreso a ejecutivos de las pesqueras. O a Pablo Longueira, sobreseído el martes de delitos tributario­s por el dinero de SQM, porque el Servicio de Impuestos Internos jamás se querelló contra él. O a Javiera Blanco, sobreseída el mismo día que Longueira, en un perfecto empate político, por las irregulari­dades en contrataci­ones en Gendarmerí­a. O a Marco Enríquez-Ominami, acusado de delitos tributario­s y fraude al Fisco por las platas brasileñas de su campaña presidenci­al.

Con tantos alumnos, tal vez el emprendimi­ento de Délano y Lavín necesite refuerzos. Podrían reclutar como profesor a Jovino Novoa, ahora que acaba de cumplir su condena por delitos tributario­s: firma mensual y una multa pagadera en cuotas.

Después de todo, Novoa tiene espíritu docente. Preside la Fundación Jaime Guzmán, encargada de “formar jóvenes bajo una inspiració­n cristiana”, según se lee en su misión. Cuando fue condenado, la Fundación lo ratificó como presidente. "No podemos sancionar a las personas a la proscripci­ón, a una suerte de muerte civil”, zanjó el entonces presidente de la UDI Hernán Larraín.

El mismo que hoy, siendo ministro de Justicia, apoya públicamen­te a un acusado en pleno juicio por corrupción, y que antes, con un olfato envidiable, respaldó a Paul Schäfer y a los mismos Délano y Lavín (“los sé personas de bien, gente íntegra”).

¿Se dan cuenta? Un Instituto de Ética Los Carlos estaría condenado al éxito.

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