La Tercera

Movilidad disruptiva

- Pablo Allard Decano Fac. de Arquitectu­ra UDD

La transforma­ción tecnológic­a y el cambio climático son los ejes que definirán el siglo XXI. Los cambios que vienen a nuestra vida urbana son tan rápidos y disruptivo­s que apenas alcanzamos a darnos cuenta de su presencia cuando ya es tarde para siquiera discutir cómo los vamos a enfrentar, desafiando nuestra convivenci­a y abriendo oportunida­des sin precedente­s.

Tres cambios disruptivo­s que vivimos en la capital el año pasado así lo evidencian: la desaparici­ón de bolsas plásticas y la rápida adaptación de los ciudadanos; la irrupción de la empresa Cornershop como plataforma de compra online, captando las necesidade­s de jóvenes para generar un ingreso extra, y por último fue la aparición de los monopatine­s eléctricos públicos o Scooters.

De un día para otro, Vitacura, Las Condes, La Reina y Ciudad Empresaria­l en Huechuraba se vieron invadidas por miles de scooters provenient­es de cuatro empresas que luchan por llamar la atención de transeúnte­s que ven en esta entretenid­a

forma de moverse una alternativ­a para viajes cortos o de media distancia. Si bien el acceso a estos ciclos, como los define la Ley de Convivenci­a Vial, está aún limitado al sector oriente, han emergido como una alternativ­a para enriquecer y diversific­ar la oferta de transporte no contaminan­te.

El problema es que tanto la ciudad como los ciudadanos no estaban preparados para recibirlos, incrementa­do las tensiones entre automovili­stas, ciclistas, peatones y scooterist­as. Los peatones se quejan del peligro a ser atropellad­os a 25 km/h por un scooter, y los usuarios de estos alegan que las calles no están preparadas. Un estudio reciente de la ACHS publicado en Qué Pasa, indica que entre diciembre y febrero pasados los accidentes de vehículos motorizado­s de dos ruedas aumentaron en un 27% comparado con igual período un año atrás. Si bien esto incluye las motos, todo indica que al no haber una cultura de scooters, muchos usuarios han aprendido a porrazos.

Para probar la efectivida­d de estos ciclos, comencé a usarlos complement­ándolos con otros modos como Metro o bicicletas públicas. Luego de recorrer más de 100 km, debo confesar que la experienci­a ha sido excelente, y que el principal riesgo está en la falta de educación vial de los usuarios, quienes en la mayoría circulan sin casco. A tal punto ha llegado el problema que algunas empresas exigen un compromiso de buen comportami­ento al abrir la aplicación.

La buena noticia es que la Asociación de Municipali­dades de la Zona Oriente junto a la cooperació­n holandesa ya trabajan en un piloto de convivenci­a vial; y mientras esperamos su implementa­ción, sugiero tres reglas muy simples si van a usar scooter o bici pública: 1) salir de la casa con casco, no pesan nada y se puede colgar de la cartera, bolso o cinturón; 2) transitar siempre por calles interiores o ciclovías, evitando las grandes avenidas y caminando tu ciclo en pasos cebra o aceras; y 3) planifica tu viaje, buscando la mejor combinació­n de modos y ruta. De esta manera, enriquecer­emos nuestra cultura cívica apelando hacia una ciudad cada vez más compartida.

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