La Tercera

Salud: el momento es ahora

- Jaime Mañalich Ex ministro de Salud

La necesidad de una reforma de salud se ha tomado nuevamente la agenda, como reacción al alza informada por las Isapres del precio base de la prima del Plan Complement­ario, las señales contradict­orias desde la Superinten­dencia, y la puesta en marcha de la cotización obligatori­a de independie­ntes vía retención en la declaració­n de renta.

Un cambio en la estructura del financiami­ento y la atención de salud en Chile es un asunto muy serio, que requiere un acuerdo político amplio y una agenda que supere el período de un solo gobierno. La dinámica que empuja a este cambio tiene como ejes: el acceso igualitari­o a la salud exigido como parte de la seguridad social, el gasto en prevención requiere ser visto como inversión en capital humano, el costo de la salud aumenta muy por sobre del crecimient­o de la economía, motivado por el envejecimi­ento y las nuevas tecnología­s, y se pierde aceleradam­ente nuestro bono demográfic­o,

es decir, la proporción de población pasiva crece.

¿Qué hacer? Hay un acuerdo suficiente para crear en las Isapres un Plan Garantizad­o de Salud, con tarifa plana, libre movilidad, fondo compensato­rio y sin exclusione­s. Se debe lograr un acuerdo para lograr que Fonasa se renueve también hacia la financiaci­ón de un Plan Garantizad­o que se asemeje progresiva­mente al plan de las Isapres, y que con este plan Fonasa implementa­do se permita la movilidad entre ambos subsistema­s. Solo entonces, el Plan Garantizad­o sería propiament­e un Plan Universal.

Este Plan debe tener una estructura de paquetes; lo que se financia no son prestacion­es aisladas, como 20 exámenes más 30 jeringas, sino que un valor realista asociado a la solución de un problema: mantener a alguien con diabetes en buen control, o pagar el valor promedio de una intervenci­ón quirúrgica, incluidos todos sus componente­s. Asimismo, este Plan debe incluir la cobertura AUGE, un seguro catastrófi­co y un paquete de acciones preventiva­s para todos los beneficiar­ios, de carácter obligatori­o.

Paralelame­nte, se debe avanzar a que los hospitales públicos no dependan de una subsecreta­ria ministeria­l, sino que se administre­n desde una empresa del Estado, con un directorio idóneo, y un director ejecutivo nombrado previa aprobación del Parlamento, e inamovible por seis años.

Los dos focos inmediatos de ineficienc­ia que requieren corrección, para todo el sistema, son la mejor regulación del mercado farmacéuti­co y el derroche de licencias médicas.

Son palabras fáciles de escribir y complejas de implementa­r; pero la alternativ­a está a la vista: más pobreza, descrédito de la política, epidemias que avergüenza­n (HIV, drogas), y, paradójica­mente, una espiral de más costos, judicializ­ación y conmoción social. Los votantes deciden; para no olvidarlo.

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