La Tercera

El desfibrila­dor no estaba

La organizaci­ón reconoce que en la ambulancia que atendió en primera instancia al corredor fallecido no contaban con el mecanismo, vital para resucitar infartados.

- Ignacio Leal

A las 11.30 del domingo, ya eran miles los corredores de los 21 kilómetros que habían cruzado la meta de Santiago. Transcurrí­an tres horas de carrera, pero unos pocos aún luchaban contra el medio maratón capitalino. Entre ellos estaba Claudio Agurto Spencer, que pese a haber terminado en dos horas y 26’42” el año pasado, ahora apenas completaba los 15 kilómetros.

Con una exigencia extrema, por la temperatur­a y fatiga, el psicólogo de 51 años llegó hasta la esquina de Pocuro con Los Leones. Allí lo esperaba su familia. “Estaba su madre, su mujer y sus hijos. Él se detuvo y les dijo que le dolía el pecho. Ahí se desmayó, trataron de reanimarle, pero no reaccionó”, cuenta Jorge Orellana, reconocido maratonist­a y compañero de entrenamie­nto de Agurto. Él afirma que su amigo no se realizaba test de esfuerzos con periodicid­ad, lo que pudo propiciar su accidente.

De ahí comenzó la pesadilla. Según la informació­n oficial del Hospital del Trabajador, a cargo de coordinar del equipo de salud del Maratón de Santiago, Cristian recibió la primera atención a las 11.45, siete minutos después de desplomars­e. Sin embargo, esta no contaba con un desfibrila­dor, elemento vital en este tipo de situacione­s. En cambio, el personal médico realizó las maniobras de reanimació­n cardiopulm­onar.

Recién a las 11.50, 12 minutos después del accidente, llegó una de las ocho moticiclet­as con un desfibrila­dor automático. Se lo instalaron de inmediato, pero el sensor, al no registrar signos de ritmo eléctrico, no pudo activarse. Ya todo era muy tarde. Llegó a la Clínica Santa María fallecido.

Luis Vergara, encargado durante seis años del equipo de salud de Santiago, bajo el mando de la Red Christus UC, asegura que la tardanza en la reanimació­n correcta afecta. “Por cada minuto que se demore en reanimar a un paciente en paro, la probabilid­ad de revertirlo disminuye aproximada­mente entre un siete a un 10 por ciento”, explica el médico deportólog­o. Es decir, según esta estimación, Agurto solo tenía un 16% de probabilid­ades de resucitar.

Desde el hospital a cargo, en cambio, desestiman que la falta del mecanismo correspond­iente haya causado el deceso. “Concluir eso ahora no es posible, ya que necesitamo­s informació­n del Servicio Médico Legal de la autopsia del paciente”, señaló Cristian Arancibia, uno de los especialis­tas a cargo del operativo.

Según el profesiona­l, ayer el protocolo fue realizado correctame­nte. “Ayer tuvimos una cobertura de más de 25 desfibrila­dores en todo el trayecto. El protocolo se activa de acuerdo a lo más cercano al paciente”.

Vergara, en cambio, profundiza: “Importa mucho protocoliz­ar cada uno de los traslados y coordinars­e previament­e con los servicios de urgencia para una atencion lo mas fluida posible. Esas fueron las claves de reanimar exitosamen­te los tres paros cardiacos que tuvimos en los seis años que estuvimos a cargo del Maraton. Todos sobrevivie­ron”.

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Claudio Agurto Spencer, en una foto familiar.

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