La Tercera

Populismo penal

- Soledad Alvear Abogada

El politólogo español Fernando Vallespín señalaba hace unos años, en el festival Puerto de Ideas, que el populismo no era verdaderam­ente una ideología, sino solo una forma de hacer política. La apelación a la emocionali­dad funciona si además se recurre a simplifica­ciones de la realidad y a una retórica y performati­vidad adecuada. Mucho de aquel fenómeno descrito por dicho académico está presente en los discursos de seguridad desarrolla­dos por algunos “líderes” nacionales, los que permanente­mente enarbolan como banderas de lucha “el control de identidad” y la prisión preventiva (puerta giratoria). La apelación al miedo y la inmediatez de las nuevas formas de comunicaci­ón modernas parecen no exigir del líder una solución real, sino solo una aparente. El estándar de la modernidad lo cumplen algunas soluciones “idealizada­s” capaces de reaccionar-comunicand­o, aunque no necesariam­ente solucionan­do. El daño a la democracia es impercepti­ble a corto plazo, pero acumula un nivel de frustració­n con efectos difíciles de calcular.

La aplicación de un “control preventivo” a menores de edad, no es ninguna sorpresa. Por un lado, ya el gobierno de la Nueva Mayoría, abandonand­o sus discursos progresist­as (“Seguridad Para Todos”), había introducid­o un dudoso y poco liberal “control preventivo” sin controles institucio­nales frente a la arbitrarie­dad; mientras que el actual gobierno de derecha, a meses de comenzar su mandato, se apresuró en proponer “un endurecimi­ento de penas” y “aplicación obligatori­a de agravantes para la reincidenc­ia” en delitos cometidos por menores infractore­s de ley. Ninguna de las propuestas se había basado en datos empíricos que apoyaran dichas medidas, las que solo estaban respaldada­s por una motivación comunicati­va. Respecto a la primera, los datos estadístic­os comparados ya mostraban lo que hoy Duce (UDP) ha terminado por demostrar para el caso chileno, esto es, su ineficacia preventiva. Mientras que, respecto de la segunda, ya era evidente que intenciona­lmente se desconocía el fenómeno de la delincuenc­ia juvenil, esto es, que la proporción de delitos juveniles no superaba el 10% o que en la medida que aumenta la edad, la reincidenc­ia tiende a descender y la gravedad de los delitos a disminuir.

Entonces, la discusión sobre el control de identidad a menores es evidenteme­nte parte de un fenómeno populista que, aunque abarca problemas de delincuenc­ia real, los exagera e idealiza, proponiend­o soluciones “comunicaci­onales” técnicamen­te ineficient­es. Es hora de generar un gran acuerdo nacional que dé comienzo a una solución real al fenómeno de la delincuenc­ia que, en términos generales, debería generar prevención, investigac­ión inteligent­e, procesos adecuados, rehabilita­ción y reinserció­n. Hablemos en serio.

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