Crujidera en la oposición
Los fiscales del monolitismo opositor –PS, Frente Amplio (FA) y PC-, no demoraron ni un minuto en disparar contra la DC por haber decidido aprobar la idea de legislar sobre el proyecto de reforma tributaria del gobierno. Para la lógica de trinchera, importa poco o nada que el país pueda mejorar el sistema impositivo: lo que cuenta es oponerse metódicamente al gobierno y crear las bases de “la gran unidad”, ese talismán que permite ocultar la indigencia de ideas y juntar votos. A lo mejor, el diputado Gabriel Ascencio le toma ahora el peso al acuerdo opositor de “mínimos comunes” con el que su bancada buscó apuntalar a Iván Flores en la presidencia de la Cámara. El PC ya anuncia una censura a Flores.
No hay duda de que el PS lleva la batuta en la estrategia de poner todos los obstáculos posibles a Piñera, con lo cual tiende a reverdecer el lema socialista de 1964 contra Frei Montalva: “Le negaremos la sal y el agua a su gobierno”. Deberían reflexionar al respecto algunos veteranos dirigentes socialistas que parecen creer que la intransigencia los rejuvenece y los deja listos para recibir los votos del FA en la próxima elección presidencial.
Para que la política no se degrade es indispensable fomentar las prácticas republicanas. Esto implica resistir el espíritu de trinchera, apostar por la racionalidad, disponerse a dialogar y a establecer acuerdos. Por lo tanto, es beneficioso que el gobierno y una parte de la oposición converjan en el propósito de modernizar el sistema tributario. Fue clave que Piñera mostrara voluntad de entendimiento, y que ello se expresara en el esfuerzo del ministro de Hacienda para introducir modificaciones al proyecto que no alteraran la recaudación, aseguraran la progresividad y mantuvieran el foco en el crecimiento.
La definición de las políticas públicas requiere estudio de posibilidades, realismo financiero, flexibilidad legislativa, pero sobre todo, sentido nacional. No se puede olvidar la dura experiencia de aprobar reformas mal pensadas. Se trata de sacar adelante reformas que mejoren lo que tenemos, para lo cual es obligatorio resistir las simplificaciones demagógicas.
Al ser minoría en el Congreso, el gobierno deberá buscar mayorías específicas frente a cada proyecto. Lo primero es afinar el itinerario y la metodología, lo que supone establecer prioridades y explicar bien los fines. La reforma de pensiones tiene gran trascendencia: es urgente mejorar sustancialmente las bajas pensiones que reciben miles de personas. En cuanto a la reforma a las Isapres –que impactará al conjunto del sistema de salud-, hay que tener claro que opinarán muchas voces y habrá que procurar que el debate desemboque en un progreso real.
El gobierno debe acotar lo que quiere conseguir en cuatro años, y buscar acuerdos con los que estén dispuestos. Los ciudadanos juzgarán la altura con la que actúe cada sector.