¿Traición?
El reciente apoyo de la Democracia Cristiana a la idea de legislar distanciándose del resto de la oposición, tiene un sentido político relevante, mucho más allá del proyecto tributario mismo, que por lo demás, recién ahora comienza su proceso legislativo.
En un primer nivel, hay que decirlo, todo el proceso muestra el extremo que ha alcanzado la desconexión entre la ciudadanía y el quehacer político. Frente a las vociferantes acusaciones de deslealtad, amenazas y hasta improperios entre parlamentarios, el ciudadano común permaneció impávido sin entender demasiado: Qué se reforma, en qué consiste esta “idea” de legislar o por qué hay tantos indignados. Por un lado, acusaciones de favorecer a los “super ricos”; por el otro, urgencia de beneficiar inversiones o a desfallecientes pymes. Al frente, la “calle” permaneció significativamente muda. No se vio marchas, manifestaciones, ni movimiento social alguno. Es como si un espeso muro separara universos diferentes, cada cual viviendo su desconectada realidad. (Muchísimo más interés pareció despertar el bochornoso caso de medidores inteligentes).
Pero lo que pasó esta semana es más que un caso de incomunicación entre partes. La decisión de la Democracia Cristiana se debe leer como una señal significativa. Es una evidencia, no la única, de nada menos que el anunciado fin de la política, al menos en la forma como la conocimos. Esa política que, con sus matices, nos dividió en mitades por décadas, desde la Guerra Fría, que dio unidad a izquierda y derecha, una visión unitaria del mundo, de la historia, una identidad a cada uno. Eso se terminó. El repudio ciudadano, o peor aún, el desinterés por los partidos es un repudio a la política y, a fin de cuentas, a las ideologías. Se terminó el sistema binominal, pero en realidad se había acabado mucho antes, y ahora vemos cómo opera este mundo nuevo. No hay un “ellos” frente a un “nosotros” que pueda demandar lealtad. ¿A quién traicionó la DC? ¿Se derechizó por votar como lo hizo? ¿Se izquierdizó el gobierno? Nada de eso. Ahora es un mundo de alianzas funcionales, pragmáticas, uniones ocasionales por causas, también, claro, por motivos electorales. Mucho de esto veremos en el futuro, o ya estamos viendo.
En la discusión tributaria realmente se están jugando principios y posiciones fundamentales sobre el tamaño y el rol del Estado, pero no debiera sorprender que nadie quiera hablar de ello. El gobierno propone “reintegrar” por razones más bien pragmáticas y la oposición pide compensaciones. Pareciera de pronto una discusión técnica, entre contadores. Ahora comienza la discusión detallada y, de seguro, veremos acuerdos muy sorprendentes, no solo de la DC, que no cometió traición alguna, solo se adelantó a los tiempos. Además, a nadie parece importarle mucho eso. ¿Le preocupa la doctrina? Olvídese, bienvenido a la nueva política.