“King reencanta lo vulgar”
King va a ser siempre para mí el autor que sacó al terror de la circunstancia especial. Lo ominoso, lo horrible ya no estaban en algún punto particular, tenebroso, repleto de seres horribles y arquitectura perversa; el espanto no era evidente, se escondía detrás de la infancia y la cotidianidad norteamericana cincuentera, de los objetos usuales, personas de siempre y situaciones normales. Ese auto precioso que nos recuerda los años de juventud, el perro perfecto, algo tan frágil como la compañerita freak en el colegio, la pareja que busca una escapada de fin de semana, algo tan tierno como un cementerio de mascotas, algo tan lindo como una fan de tus libros, el recuerdo del payaso que alegró tu infancia... como lo parodiaron Los Simpson en una escena genial. En este mundo desprovisto de sentido, donde la ciencia se ha encargado de desencantar la naturaleza y lo sobrenatural se hallaba confinado a lugares ocultos y religiones milenarias, King hace el camino inverso y reencanta lo vulgar, lo doméstico, esos sitios baratos, por los que nadie daba un peso, donde nadie se detendría a levantar una mitología. King es humilde como sus escenarios, su prosa es sencilla, hasta tosca, excesiva a veces... porque King tampoco es alguna de sus obras, es la sumatoria de sus criterios lo que construye un perfil. No me gusta ningún libro de King en particular, pero me encanta su moral, la descripción y los escenarios que elige. Esa fuerza del que tiene tanta fe en sí mismo que a patadas, con la ropa rota, tirándote sus libros por la cabeza… llega a la cima, triunfante, con todos abajo preguntándose cómo cresta lo hizo y los dioses del Olimpo a su lado ariscando la nariz teniendo que admitir que the king is in the building y que nadie lo va a sacar de ahí.