“King es el rey”
King entendió que el verdadero miedo, el terror que nos asusta, que lo sentimos está en lo simple y en lo cotidiano. Su apuesta fue dejar las búsquedas intelectuales de Lovecraft, el lenguaje pesadillesco de Poe, lo sagrado de Shelley, lo perverso de Bram Stoker y lo arquetípico de Shirley Jackson para ir al corazón de lo sencillo; a la clase media baja gringa, perdida en pueblos en mitad de la nada y sometida a los abusos de gente con más poder. La metáfora está en It, ¿qué es más terrorífico, el payaso Pennywise, el matón de la escuela o el propio pueblo, cuyos pecados permitieron el crecimiento de Pennywise? A King le importan más los personajes y sus emociones que lo provocador y efectista. Mientras en Clive Barker leemos aberraciones físicas y seres indescriptibles en una lectura tan sexual como lovecraftiana, en King seguimos a hijos de vecinos, con problemas maritales, de trabajo y con fantasmas reales, que a la larga son más terribles que los sobrenaturales. Incluso en sus obras más fantásticas (The Stand, La Torre Oscura, El talismán) lo imaginario siempre es secundario. El adolescente que obtiene su primer auto importa más que el detalle que el auto esté poseído (Christine). Fue lúcido King también al asumir que el terror contemporáneo no puede estar lejos de la cultura pop. ¿Qué mantiene vivo y exitoso a King? Todo lo anterior, sumado al respeto hacia el lector. Esto se traduce en una producción constante, asumir que escribir profesionalmente es arte pero también un trabajo... Y sobre todo que todo empieza y termina en contar una buena historia, una que pueda resumirse en cinco líneas. King es el rey, larga vida al rey.